CAPÍTULO 8

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No podía obviarlo más y parecía que estaba cometiendo un pecado. A las chicas les gustaba Lucke y no solo a mis amigas, a la escuela entera. Sabía que, si se los decía, ellas simplemente se emocionarían o se molestarían, y de ocurrir esto último, no podría vivir con eso, no me arriesgaría a perderlas. Quería ser sincera, pero no sabía cómo.

—¿Estás bien? —preguntó Carly.

—Por supuesto —dije aún con una gran sonrisa en el rostro, pero con tantas ideas en la cabeza.

—Era Lucke, ¿cierto? —preguntó refiriéndose a los mensajes que había estado recibiendo durante la clase.

Asentí sin poder quitar la tonta sonrisa de mi rostro. Ni siquiera era capaz de formular una oración completa. No por ahora.

—Hey, no hace falta preguntártelo, basta con mirarte a los ojos como para saber que te gusta.

—Carly... —hablé cuestionándome sobre el momento en el que lo había notado, ni siquiera yo me había percatado de eso.

—No está mal —respondió interrumpiéndome y aun si no lo hubiera hecho yo misma me hubiera interrumpido porque sinceramente no sabía qué decir—. No sé cómo pasó, sé que no hay explicación, pero eres afortunada —caminábamos por el pasillo en busca de las chicas—. Sé que no quieres admitirlo porque siempre habías dicho que no te gustaba, pero, hey —me indicó que la mirara a los ojos—. Nadie elige a quién amar, esto sucede de la manera más extraña, tan solo ocurre.

—No sé cómo pasó, yo solo... solo. Creo que moriré—. La miré con una sonrisa en el rostro—. Carly, tengo ganas de vomitar, justo ahora siento un millón de mariposas revoloteando en mi estómago.

Carly comenzó a reír al tiempo en el que me daba un fuerte abrazo.

—Se llama amor, Gi. Se llama amor. —Me susurró al oído.

No es ese acaso, ¿la mejor manera de enamorarse? Aquel en donde tus sentimientos van uniéndose uno a uno de la manera más inimaginable, el momento en el que los sentimientos toman mayor fuerza tras construirse entre cada palabra, cada mensaje, cada mirada... algo que llega sin avisar, pero cuando te das cuenta, se siente de puta madre. Quiero decir, no es algo que hayas planeado. ¡Se trata del amor en su más puro estado!

—No estoy segura de saber manejarlo, Carlos fue...

—No todos son como Carlos. Lucke es Lucke.

—Y es imposible, ustedes lo dijeron, siempre lo dicen—chillé.

—Actualmente, comienzo a dudar de esa premisa —comenzó a reír—. ¿Acaso no crees que eso pueda cambiar?

A lo lejos logramos divisar a las chicas sentadas en una de las mesitas del patio, se notaban emocionadas, como siempre. Pero antes de llegar a ellas miré a Carly con compasión.

—Por favor, no les digas nada. No por ahora.

—Lo prometo —dijo sonriente.

* * *

El resto de la mañana intenté olvidarme de todo y no me fue imposible porque me sentí bien, me sentía mejor que nunca. Nada podía arruinar mi felicidad. Lo amaba. Eso era lo único que importaba.

Aquel día, no recuerdo por qué razón, pero no tuvimos clase de redacción. Astrid se fue a casa saltándose el último curso y yo esperé por la clase de educación física. La razón era más que obvia.

Me senté bajo la sombra de uno de los árboles que estaban cerca de la cancha de atletismo y saqué de la mochila, un libro que había estado leyendo. Me sentía diferente, era diferente.

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