El motor del auto rugía suavemente mientras me dirigía a la empresa, pero mi mente estaba en otra parte, sumida en pensamientos oscuros y planes que debía ejecutar con precisión quirúrgica. Desde que descubrí lo de Ana, una decisión irreversible se había plantado en mi mente, y no había vuelta atrás. Sofía no podía enterarse, no debía hacerlo. Su amor era lo único que me mantenía cuerdo en este mundo desquiciado.
Al llegar a la oficina, Natan ya me esperaba, como siempre, impecable y con la frialdad que lo caracterizaba. Sabía lo que se venía, y no me gustaba, pero era necesario.
Cerré la puerta detrás de nosotros, asegurándome de que nadie pudiera escuchar lo que estaba a punto de discutirse. No era un tema que pudiera dejarse al azar.
-Natan -empecé, mi voz baja y cargada de la seriedad del momento-. Quiero que me des detalles de cómo lo hiciste. Necesito saber exactamente qué pasó.
Natan asintió, sin mostrar un ápice de emoción. Su profesionalismo era algo que siempre admiré, aunque en este momento, me hacía cuestionar muchas cosas.
-Fue un trabajo limpio -dijo sin preámbulos-. Tomé todas las precauciones necesarias. Nadie me vio. Como me pidió, manipulé los medicamentos de Ana . Aseguré que ella no se diera cuenta de nada. Fue cuestión de tiempo para que el embarazo se complicara. La situación fue tratada con suficiente discreción como para que nadie sospeche.
Cada palabra que salía de su boca era como un golpe sordo en mi conciencia. Sabía que lo que habíamos hecho era monstruoso, pero ¿qué otra opción tenía? No podía permitir que algo tan frágil pusiera en riesgo mi relación con Sofía. Lo que sentía por ella iba más allá de lo que cualquier otra persona podría entender, y no permitiría que nada ni nadie nos separara.
-¿Estás seguro de que nadie te vio? -insistí, necesitaba esa confirmación.
-Absolutamente -respondió Natan, con la misma calma de siempre-. Como dije, fue un trabajo limpio. No hay rastros, no hay testigos.
Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y asco. Lo había hecho. Había eliminado el problema antes de que se convirtiera en una amenaza, y ahora debía lidiar con lo siguiente.
-Bien -dije después de una pausa-. Ahora hay otro asunto que necesito que manejes. La caja con flores y gusanos. Quiero saber quién las envío.
Natan me observó con atención, asimilando la nueva información antes de hablar.
-Podría ser William -sugirió.
Solté una risa seca, casi sin humor.
-No lo creo. Ese pobre diablo no tiene ni un centavo para hacer algo así-Me aseguré de quitarle todo lo que tenía: su profesión, su empresa, su dignidad. Todo por atreverse a mirar a mi esposa-William es un hombre acabado. Esto debe venir de alguien más.
Natan asintió, procesando mis palabras. Sabía que lo que estaba pidiendo no era fácil, pero Natan era el mejor en lo que hacía. Y si alguien podía encontrar al responsable, era él.
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Imperio
RomanceUna joven obligada a casarse con un magnate por una deuda familiar, descubre la verdadera naturaleza del poder y el dinero en un matrimonio arreglado. «Dicen que la costumbre es más fuerte que el amor, pero en el mundo de Christopher Moretti, nada e...