Los días transcurrían en un constante vaivén de emociones mientras me adaptaba a mi nueva vida. Alejandro había sido increíblemente generoso, y aunque había aceptado su ayuda, le impuse una condición inquebrantable: trabajar. No podía permitirme sentir que dependía completamente de alguien más, no después de todo lo que había pasado. Así que, juntos, comenzamos a planificar proyectos y buscar maneras de mantenerme ocupada.
Esa tarde, Alejandro y yo nos encontrábamos en uno de los acogedores restaurantes de Madrid, un lugar pequeño pero lleno de encanto. Las mesas estaban cubiertas con manteles de cuadros rojos y blancos, y el aroma de la comida recién preparada impregnaba el aire. Era uno de esos lugares que te hacían sentir como en casa, aunque estuvieras a miles de kilómetros de distancia.
Mientras esperábamos nuestro pedido, Alejandro hablaba animadamente sobre los próximos pasos que podríamos tomar en nuestros proyectos. Pero, de repente, todo lo que decía se desvaneció en un zumbido lejano cuando mi mirada se fijó en algo, o más bien en alguien, al otro lado del restaurante.
Vladimir.
El choque fue instantáneo, como si me hubieran sumergido en agua helada. Sentí que el aire se escapaba de mis pulmones y que todo mi cuerpo se tensaba. Estaba sentado en una mesa cercana, acompañado por una mujer joven de cabello oscuro que reía despreocupadamente. No me había visto... aún.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, resonando en mis oídos mientras la realidad de la situación se hundía en mi mente. Si Vladimir me veía, lo primero que notaría sería mi vientre, que ya comenzaba a hacerse visible, a pesar de mis intentos por disimularlo con ropa holgada. Y lo que era aún peor: si él lo descubría, no tenía dudas de que se lo diría a Christopher.
Mis manos temblaban ligeramente mientras me aferraba al borde de la mesa, luchando por mantener la compostura. No podía permitirme un desliz ahora. No podía permitir que todo lo que había logrado hasta ahora se viniera abajo por este encuentro inesperado.
—¿Sofía? —La voz de Alejandro me sacó de mi ensimismamiento. Su expresión se tornó preocupada al notar mi palidez—. ¿Estás bien?
Asentí rápidamente, intentando sonreír, aunque sabía que el gesto no llegaba a mis ojos.
—Sí, solo... solo un poco mareada —mentí, evitando mirar en dirección a Vladimir.
Alejandro me observó durante un largo momento, claramente desconfiado de mi respuesta. Sin embargo, no insistió, y me sentí aliviada por ello. Sabía que él no dejaría que algo malo me sucediera, pero también sabía que involucrarlo en esto sería peligroso para ambos.
Con la mayor discreción posible, desvié mi mirada hacia la salida del restaurante, calculando la distancia y buscando la manera de salir sin ser vista. Necesitaba irme antes de que Vladimir me notara, antes de que pudiera poner en peligro todo por lo que había luchado.
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Imperio
RomanceUna joven obligada a casarse con un magnate por una deuda familiar, descubre la verdadera naturaleza del poder y el dinero en un matrimonio arreglado. «Dicen que la costumbre es más fuerte que el amor, pero en el mundo de Christopher Moretti, nada e...