🌻 Agonía 🌻

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El ambiente en el penthouse estaba cargado de una tensión que parecía imposible de disipar

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El ambiente en el penthouse estaba cargado de una tensión que parecía imposible de disipar. Christopher no salió ese día; decidió quedarse, sumido en sus pensamientos oscuros y en ese abismo del que temía no poder sacarlo. Por mi parte, intenté mantener la calma, aunque mi cuerpo empezaba a dar señales de que algo no estaba del todo bien.

Una pequeña molestia en el bajo vientre me hizo fruncir el ceño. Traté de ignorarla, pero el dolor persistía, como un recordatorio constante de lo frágil que era mi situación. Entré en la habitación y me senté en el borde de la cama, frotando suavemente mi vientre en un intento de calmar tanto al bebé como a mí misma.

Christopher me observó desde el otro lado de la habitación, su mirada penetrante como si pudiera ver a través de mis mentiras.

—¿Qué sucede, Sofía? —preguntó, su tono de voz bajo, casi preocupado.

Negué con la cabeza, intentando restarle importancia.

—Nada, solo un poco de cansancio —respondí, pero sabía que él no se lo creería.

Nos quedamos en silencio por unos momentos, y sentí la necesidad de romper esa barrera invisible que nos mantenía alejados.

—Christopher —comencé, mirándolo con toda la seriedad que pude reunir—, quiero ir a ver a mi madre. Por favor, necesito saber cómo está.

Él soltó un suspiro pesado y apartó la mirada, como si ya estuviera cansado de escuchar la misma súplica una y otra vez.

—Sofía, ya hablamos sobre eso —respondió con un tono firme, aunque no tan cruel como otras veces.

No podía aceptar esa respuesta, no esta vez. Mi madre estaba enferma, y la incertidumbre me estaba consumiendo por dentro.

—Christopher, si tanto miedo tienes de que me vuelva a ir, entonces acompáñame —le propuse, sintiendo cómo la desesperación se colaba en mi voz—. Pero déjame verla. Necesito saber que está bien, aunque sea solo por un momento.

Él me miró fijamente, y pude ver la lucha interna en sus ojos. Sabía que lo que estaba pidiendo era difícil para él, pero también sabía que si no lo hacía, ese resentimiento que ya comenzaba a crecer entre nosotros solo se haría más grande.

—Por favor, Christopher —insistí, acercándome un poco más a él—. No te estoy pidiendo mucho, solo quiero verla.

Finalmente, él soltó un largo suspiro, cerrando los ojos por un momento antes de volver a abrirlos, como si estuviera tomando una decisión dolorosa.

—Está bien, Sofía —dijo con voz baja, pero clara—. Te llevaré a ver a tu madre. Pero solo por un rato.

Sentí un alivio inmediato al escuchar sus palabras, aunque sabía que la tensión entre nosotros no desaparecería tan fácilmente. Asentí, agradecida, aunque mi corazón seguía pesado.

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