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—¿Por qué?. —cuestione su invitación.

—Porque la chica se olvidó de limpiar adentro, creo que tenía miedo, además, todavía te quedan como dos horas aquí arriba, es mejor que estar allá abajo. —puso muchas excusas a mi parecer.

Ahora estaría sola con él, en una habitación, no sabía lo que él quería que hiciera pero accedí. Una vez adentro, olía a limón y desinfectante. —¿Seguro que quieres que limpie? No parece muy sucio.

La sala en donde estábamos no tenía indicios de suciedad, las paredes eran blancas, y tenían cuadros negros de decoración, a mi derecha había un pasillo dejando ver tres puertas y a la izquierda una puerta sola.

Él estaba detras mío. —Esta sucio, pero puedes empezar por la cocina. —dijo mientras se iba por el pasillo de la derecha. —Yo me voy a duchar.

Me metí por la única puerta que habia y que creo me llevaría a la cocina. La cual no era muy grande, a penas entrarían cinco personas en este lugar, los platos estaban limpios, los trapos de la cocina impecables, brillaban.

Creo que estaba frente a un obsesivo por la limpieza.

Abrí su nevera, estaba llena de comida y bien organizada. Revise los estantes y de igual forma todo estaba bien ordenado.

Mire a mi alrededor.

¿Que se supone que debía hacer?

Volví para decirle que me iría, perdía mi tiempo allí adentro, pero escuche la ducha abrirse, caminé despacio hacia el pasillo.

En la primer puerta se escuchaba la ducha así que seguí mi camino hacia la segunda puerta donde estaba la lavandería, allí había ropa para poner lavar, levante del suelo un par de toallas y unas remeras negras tiradas en la esquina de la habitación, al recogerlas se cayó una ¿tanga?

Yo no lavaria eso, ni siquiera lo levantaria, al parecer, también le robaba la ropa interior a alguien. Puse un lavado corto y en esa habitación había una ventana, me acerque a ver como se escondía el sol, el cielo se estaba poniendo de un color naranja mezclándose con el azul del cielo, vislumbrando la luna, el sol le estaba dando permiso a la noche y las estrellas.

Mi teléfono sono en una llamada. Otra vez el número desconocido. Lo atendí. —Hola ¿Quién habla?

—Hola, ¿Beth? Soy Etan.

—Etan, hola ¿Paso algo?

—No, sólo quería dejarte una llamada para que pudiéramos quedar para nuestra cita.

—Cierto.

—¿Te parece el viernes? Hay un nuevo parque que van a inaugurar, toda la ciudad estará ahí y luego podemos ir a un lugar a comer, después te llevaría a tu casa.

Al parecer tenía todo planeado.

El viernes trabajo, pero puedo pedir salir más temprano, tal vez. —Le dije tocándome la oreja.

—Esta bien para mí, te pasaré a buscar por tu trabajo.

—Adiós, Etan. Te veo el viernes. —le dije y colgué.

Me di vuelta encontrándome con Bruno, su cabello estaba mojado y tenía una toalla alrededor de su cintura. Me sorprendí, no era muy vergonzoso el ladrón.

—¿Era tu novio?. —preguntó con voz fría.

—Yo no tengo novio. —le dije sin explicación.

—Bueno, no deberías usar tu teléfono en horario de trabajo.

Ladrón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora