Quería besarlo.
Pero no lo haría.
No porque fuera cobarde sino porque recordaba las palabras de Joe el día que comencé a trabajar.
Rompe corazones y luego deja a las chicas.
Después de unos minutos todo era puro silencio y nosotros habíamos permanecidos como estatuas en la misma posición, tratando de escuchar que pasaba del otro lado. —Quédate aquí. —dijo abriendo la puerta para salir y dejarme encerrada en su departamento.
En ese momento me llegó un texto.
Joe: Habría sido lindo llevarte a tu casa, lamento que la noche terminará así.
Le respondí. —Tranquilo, estoy con Bruno, estaré bien.
—Beth, prométeme que no caerás a sus pies.
¿Que significaba eso?
Sólo respondí con el emoticon del pulgar hacia arriba.
Mamá me enseñó a no hacer promesas, decía; que éstas eran como una piedra en el zapato, que una promesa mal hecha era la imposibilidad a lo que el corazón quería hacer o sentir, y que habían promesas que aunque queríamos cumplir no estaban en nuestras manos.
Hacer una promesa era desafiar al destino.
Pero eso no era una promesa ¿o si?
Tan pronto se envió el mensaje, entró Bruno cerrando la puerta. —Ya no hay nadie y cerre la puerta de enfrente. —comentó.
—Entonces, ya puedo salir. —le dije
Me miró dubitativo. —Déjame limpiar tu herida y después yo mismo te llevaré a tu casa.
Señaló mi mano izquierda que sostenía mi teléfono, mis nudillos sagraban un poco, habia olvidado que me pisaron, después de eso sentí como la herida comenzaba arder. —Te lo prometo, Beth.
Promesas....
Acepté, pasando por mi lado creando una olada de su colonia, cerre los ojos disfrutando el aroma.
El alcohol en mi sistema realmente intensificaba todo.
Lo seguí, y no pude dejar de observarlo mientras entrabamos a la cocina. Bruno realmente era alto, su espalda era ancha, sus brazos eran grandes pero no exageradamente, lo suficiente como para saber que hacia ejercicio. Su cabello negro caía ligeramente tapando un poco su cuello.
No sé en que momento salió un botiquín de primeros auxilios sobre su mesa, mojó con alcohol un poco de algodón y me extendió su mano para tomar la mía toda adolorida.
Ya habíamos tenido contacto de piel antes, pero nunca uno tan lento como este, y quejándome un poco del dolor mientras limpiaba mi herida, quise retirar mi mano pero la sostuvo apretando ligeramente.
Se llevó mi mano muy cerca su boca y sopló suave dándole aire y calmando el ardor. Sus perfectos labios rosados.
El pensamiento que había tenido anteriormente de besarlo volvió ante aquel acto que estaba haciendo delicadamente. —¿Todavia duele?. —preguntó
Negué con la cabeza incapaz de articular una palabra, no era la más fuerte en ese momento, había mucho en Bruno que comenzaba a intimidarme y eso que era difícil de lograr en mí.
—Que bueno que soy diestra. —le comenté tratando de cambiar la atmósfera del lugar.
Se río. —Que bueno. —mojo otro algodón. —Yo soy zurdo.
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Ladrón
RomanceLadrón; es una historia de romance juvenil que empieza como ninguna otra. No es cómo si todos los días alguien pudiera enamorarse del ladrón que entra a robar a tu casa. Bruno y Beth, aunque parezcan distintos no lo son, simplemente son dos almas...