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Abrí mis ojos pesadamente, sentía un dolor punzante en mi cabeza, estaba nuevamente en una camilla.

Esta vez, en la habitación de un hospital, me encontraba sola.

Una aguja estaba conectada cerca de mi muñeca con un goteo. Y mi mano derecha estaba completamente vendada hasta la muñeca.

—¡Au!. —me queje del dolor punzante. 

A los pocos segundos la puerta se abrió y Bruno entró con vaso descartable en su mano, mis ojos se conectaron con los suyos, y pude ver alivio en sus ojos.

—Dawson, ya era hora que despertarás. —dijo acompañado de una sonrisa alivianada.

—¿Que hora es?. —fue lo primero que pregunté sintiendo la garganta seca.

—Falta poco para las tres.

—¡Oh! No, mi padre no sabe nada de mi. —dije mientras intentaba mover mi adolorido cuerpo.

—No, no, no... —dijo Bruno haciendo que me recostara nuevamente hacia atrás. —Él ya sabe, se fue a tu casa hace menos de una hora, no quería irse pero le prometí que me quedaría aquí. —Trague saliva. —Mi madre se quedará con él.

Asentí con mi cabeza más tranquila. —Llamaré a la doctora para que te revisen. —dijo dejando su vaso en la mesita de al lado de la camilla y salió.

Solo esperaba que mi padre estuviera bien, al igual que su presión, estas cosas podían alterarlo fácilmente. Bruno no tardo en volver a entrar a la habitación acompañado de una doctora.

—Hola, Beth ¿Cómo te sientes? —dijo la doctora entrando.

—Bien. —Fue lo único que dije.

—Bueno, me alegro de oírlo. Escuche que un ladrón te embistió en la calle y por eso estás aquí. —Asentí con mi cabeza. —Bueno, el impacto hizo que perdieras la conciencia, te golpeaste la sien, una zona muy frágil de la cabeza, y tu muñeca sufrió un leve esguince, así que no podrás moverla mucho por una semana. El suero que tienes puesto ahora es simplemente para mantenerte hidratada, ya que estabas dormida desde las cinco de la tarde, pero si te sientes bien, mandare una enferma para que te lo quiten.

—Genial. —dije aliviada.

—Y también te traerán comida, hoy te quedaras en observación hasta que tengamos resultados de tus análisis de sangre y si todo está bien, podrán irse mañana a la mañana. —nos sonrió.

—Muchas gracias. —dijo Bruno y ella se marchó cerrando la puerta. Él se quedó parado con las manos en sus bolsillos.

—Gracias. —le dije. —No tienes que quedarte toda la noche, yo estaré bien.

No quería ser en este momento una carga, además comenzaba a sentirme mejor, podía cuidarme sola.

—No me agradezcas. Y no me iré, le prometí a tu padre que me quedaría.

—¿Eres un hombre de palabra? —Pregunté jugando con mis dedos y la sabana.

—De vez en cuando. —acercó una silla que se encontraba en la esquina de la habitación, y se sentó. —Y aunque no lo hubiera prometido, igual me quedaría.

Su confesión hizo que mi respiración se cortara un segundo.

Y siguió. —Me crees un bloque de hielo ¿verdad?

Negué con mi cabeza. —No, Wells. —Sus ojos eran tan azules que podía ver claramente como sus pupilas se dilataban al pronunciar su apellido. —De hecho, creo que eres como el fuego.

Ladrón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora