9

6 3 1
                                    

Su rostro se puso serio.

—No sabes de lo que soy capaz, Beth, no me provoques. —Di un paso hacia atrás. —Vamos, te tienes que ir a tu casa.

Levantó la mano cuando vió un taxi que justo pasaba en ese momento, el chófer freno al lado nuestro. Me metí al auto dejándolo atrás, mientras el auto se alejaba lo vi llevarse la botella de vino a la boca.

Suspiré. Llegue a casa más temprano de lo esperado, papá estaba comiendo en la cocina. —Hola, pa

—Beth, llegaste temprano. —dijo llevándose la cuchara de sopa a la boca

—Sí, me aburrí.

—¿Quieres que te sirva?

—Me sirvo yo, huele bien.

Me serví sopa en un plato y me senté junto a él, finalmente estaba cenando con el hombre que me dio la vida. Estábamos en silencio, como casi siempre cuando papá habló. —Mañana tu madre cocinará tu comida favorita. Ahora fue a la tienda, no debe tardar en venir.... 

¡Acá vamos otra vez!

***

El sábado por la mañana llevé a papá con su doctor, él que le hizo exámenes completos y pasamos media mañana en el hospital.

—Beth, tu padre empeora día a día, esta enfermedad es así, con el tiempo se perderá cada vez más, podría tener episodios violentos por momentos, deberías ir pensando en un hogar de mayores.

—No. —negué firme. —Esos lugares son para morir, no lo abandonaré de esa manera. ¿Que otras alternativas hay?

—Podrías contratar una enfermera, pero primero deberías plantearte si puedes pagarlo, ella estaría disponible para tu padre todo el tiempo.

La vida de adultos era difícil, todo se trataba de dinero y yo a penas comenzaba a trabajar.

Tenía más deudas que dinero.

—Gracias, doctor.

—Te mostraré la nueva medicación de tu padre, ven. —y luego de aprender de memoria las doce pastillas que papá tomaba al día, nos fuimos de allí.

Fuimos hasta un lugar de comida rápida a comer hamburguesas, papá hablaba sobre el día que él y mamá se casaron y aun que había escuchado esa historia muchas veces, estaba prestando atención como siempre.

—Iré al baño. —me dijó y lo ayude a que se levantará de estos incómodos sillones.

—¿Te acompañó?

—Aún puedo hacerlo solo. —me dijo caminando despacio hacía el baño.

Mi teléfono sonó. Era Bea.

—Fue genial. Tengo que contarte todo.

Podía sentir su alegría desde el otro lado.

—¿Esta noche hacemos pijamada? Después de mi trabajo.

—Ej quiere que vayamos al pub de Bruno. ¿Por qué no me dijiste que era tu jefe?

—Porque no lo es, mi jefe se llama Gus.

—Su padrastro, es casí lo mismo.

—¿Que más sabes de él?

—Algunas cosas que me cuenta Ej.

—Después quiero saber.

—Claro, sólo si esta noche te quedas conmigo en el pub. Ej, dice que habrá un show de strippers contratadas por Bruno.

Ladrón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora