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Ya paso una semana desde que Bruno no está y sólo dejó una carta. Pienso en él cada noche, cada día, a cada segundo que pasa del día... su recuerdo persiste en mi memoria, sus ojos azules me persiguen y a veces siento que están acechando, que me esta observando, pero es sólo mi imaginación.

Cambio su número telefónico, sus amigos también intentan contactarlo pero hasta ahora no hay señales de él. Ej pudo hablar con Gus, según dice esta bien, que no vendrá por un tiempo, que fue a terminar sus estudios. Todos sus amigos han seguido sus vidas normalmente, como si no hubieran sido testigos de algo tan horrendo como la muerte, sus conciencias están limpias porque el que gatilló fue Bruno.

Quién es culpable es él.

E intentado hablar con Susan o con Ej sobre donde terminaron los cuerpos, supongo que ellos tendrían familias, después de todo eran humanos como yo, aunque fueran salvajes.

Renuncié al pub, decidí que lo mejor es no volver, ir allá solo me traería recuerdos y haría todo mucho más difícil de lo que ya era, me sentía como cuando murió mamá, enojada y triste.

Ahora me encontraba en el baño, frente al espejo, mirando como los hematomas de mi cuerpo ya estaban desapareciendo, siempre me volteaba a ver mis cicatrices sobre mi hombro.

Eran como siete quemaduras a lo largo de mi espalda, tenían un color rojizo, las cicatrices aún no cicatrizaban del todo, a veces, habían días o noches en las que el dolor volvía, como si estuvieran haciendo ese acto nuevamente, pero sólo era un recuerdo doloroso. 

Pasaba mucho tiempo encerrada en mi habitación, era como si el mundo me hubiera dejado de importar, y no es que en mi habitación la pasara demasiado bien, solo me sentaba en el piso y abrazaba mis piernas, muchas veces quedándome dormida y otras recordándolo a él.

Mi cuenta bancaria estaba sufriendo las consecuencias de mi encierro, me estaba quedando sin fondos, y la casa, y las cuentas no se mantendrían solas debía mover mi cuerpo y encontrar trabajo rápido. 

Bajé hasta la cocina en silencio, Amanda intentaba sacar temas de conversación pero se lo ponía difícil, era capaz de modular si, no, no sé, estoy de acuerdo. No era intencional, simplemente no podía hacer más de una oración larga sin hecharme a llorar. 

Y con mi padre la cosa era aún peor, ni siquiera podía mirarlo a los ojos, la vergüenza me carcomia por dentro, él me crío para ser una gran persona, tener un título universitario, casarme con alguien decente y que trabaje duro, darle nietos, y yo solo me sentía un fraude, no podía cumplir sus estándares sobre mi ni volviendo a nacer y lo sabía. Lo sabía porque cuando me veía podía ver la decepción en su mirada.

—Beth, hoy podemos pasar un tiempo juntos, podemos ver una película.

—Hoy no, papá. —dije dandole la espalda en la cocina.

—¿Por qué? ¿Tienes que hacer algo más?

—No.

—Entonces veamos una película, no puedes estar encerrada toda la vida. —insistió.

—No estoy de humor.

Realmente desearía que no siguiera y me dejara lidiar con mi dolor tranquila, él sabía que algo pasaba, entre Bruno y yo, de seguro imaginaba que solo habia roto conmigo, para él no sería gran cosa un corazón roto, pero no sabia todo lo demás.

Comencé a subir las escaleras, y él me siguió lentamente. —Beth, debes superarlo.

En este momento no podía lidiar con nadie. —Papá, basta. —advertí sintiendo la ira asomarse por mi cuerpo.

Ladrón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora