CAPÍTULO 1

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Emma.

Me quito las botas sucias, me duele la cabeza y la escayola del brazo me pica. Se escucha el sonido de mi ritmo cardiaco monitoreado por la pequeña máquina médica manual, no abro los ojos, pero siento dolor en todo el cuerpo.

Estoy respirando, puedo respirar. ¿Entonces por qué me queman los pulmones? ¿Por qué no siento mis extremidades? ¿Por qué tiemblo?

—Buenos días Londres habla su presentadora matutina Betty, hoy es una de las más importantes del año en curso para el país, la gran subasta de inversionistas ingleses tiene lugar esta hoy frente al palacio de Windsor con el nuevo rostro de la política, el primer ministro de Londres, Dimitry Aslan Çelik.

—Oye— siento una mano masculina en mi hombro y siento que me arden los parpados.

Treinta seis horas... treinta y seis horas... treinta y seis horas en el infierno.

Aún puedo escuchar el llanto de los bebés en mi cabeza, todavía puedo sentir sus manitas sobre mi brazo.

—Y no sólo eso Betty, el nuevo ministro de Londres será ovacionado durante nueve minutos por la aprensión más esperada del año— el periodista habla distrayéndome —Esta noticia está siendo transmitida a varios medios simultáneamente, nosotros estamos transmitiendo directo desde la asamblea de Estados Unidos a todos nuestros televidentes londinenses.

No siento mis rodillas, mi muñecas arden y las palmas de mis manos también, tengo cortaduras por ellas. ¿Qué fue lo último que sucedió? Ya lo recuerdo, se repiten las últimas horas en mi cabeza una y otra vez.

—Cuéntanos un poco de lo que está sucediendo del otro lado del mundo.

—Hace veinte siete horas, a las cuatro de la mañana con tres minutos, en Copenhague Dinamarca fue apresado el criminal y narcotraficante de armamento y droga más buscado de Europa y Estados Unidos, con veinte nueve años de edad el ex empresario hotelero Alexander Dominic Roe Hilton ha sido llevado juicio por el Pentágono americano. Muchos periodistas de diferentes regiones dan la noticias en sus idiomas.

Recuerdo la últimas horas, la razón por la que me arden las muñecas, el turco... el turco lo hizo.

—No— dice la voz masculina, parece que hablé en voz alta —Tú lo hiciste, tú lo provocaste— siento un escalofrío recorrerme la espalda.

—¿Tenemos ya un dictamen a la sentencia?

—Así es Betty, hoy al medio día, la suprema corte de justicia de los Estados Unidos ha dictado cadena perpetua al criminal— respira hondo el reportero — En unos minutos seremos todos los medios internacionales testigos de su traslado a la prisión de máxima seguridad en Colorado.

Me tiemblan las manos y el cuerpo completo, las lágrimas se han secado con el aire.

—Ya volveremos contigo, en este momento tenemos en Londres la llegada del mandatario seguido de los representantes del MI6 y el Parlamento británico, un nuevo rostro se presenta ante la Política y es un rostro turco con descendencia inglesa, podemos ver las camionetas con las banderas del gobierno inglés llegar al lugar, nos enlazamos en directo.

—Tú lo provocaste— repite la voz en mi oído.

Tiene razón, yo lo hice.

Abro los ojos lentamente.

Tengo en mi mente mi imagen corriendo hacia la camioneta del Borah y como estrellé mi mano en su ventanilla reclamando el favor que me debe, yo sola me provoqué estas heridas en las manos.

Pero... si existe sólo una oportunidad para adquirir un favor de un mandatario político ¿Cuál es la mejor decisión? ¿Se puede tomar ese riesgo en una crisis nerviosa?

Pecado [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora