CAPÍTULO 8

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Logan.

—Bienvenido amo, hemos preparado su alcoba y el licor para los treinta y siete, el personal se encargará de atenderlos.

—No quiero visitas indeseadas, no estoy de humor para formalidades.

—Nos mantendremos al margen de su visita, no se les dirá a los huéspedes que usted está aquí, ni siquiera a los clientes más frecuentes.

—Infórmales a los empleados, que ni mis kray están a su servicio.

—No tiene de que preocuparse, las jaulas de peleas clandestinas están llenas esta noche, la mayoría de visitantes disfrutan el espectáculo en los sótanos— toma mis botas y me las remplaza secando mis muslos con toallas calientes —Puedo conseguirle su asiento para verlas desde el palco.

—Quizá más tarde.

Veo el número treinta y siete en la placa dorada colgada en la pared de la taberna irlandesa de nuestra casa de compañía en Irlanda. El humo de la hierba recién quemada sube por el bar, tengo dos botellas de whisky escocés sobre mi mesa y dos paquetes de anfetamina cortada por mis kray.

Reviso las fotos que me envío mi vigilante, en la pantalla se ve una pasarela en Italia, Paulina sale en todas la fotos posando para las cámaras representando a su agencia.

El mesero pelirrojo sirve dos tarros de cerveza irlandesa y los desliza sobre el la barra. Contraté a un grupo de buenas bailarinas para entretenimiento de la noche, pero sin luces león, mi vista nunca será la misma, estos ojos de porquería nunca se compararán a los que me arrancó el lobo.

Me veo en el espejo y las quemaduras de la mitad de mi cara se burla de mi apariencia, puede que haya recuperado la vista por medio de cirugía, pero mi maldito hijo se llevó mi perfección Roe el tiempo que me torturó.

Pero le regresé el favor en Dinamarca.

Veo glúteos redondeados bailar frente a mí, esas mujeres atienden a cada empresario dentro de esta taberna, pero tienen atención especial para mí, tocan mis hombros y hasta le dan una calada a mi cigarrillo cuando me besan los pies.

Si tienen miedo de mi apariencia lo aguantan con tal de recibir mi maldito dinero, soy muy observador, el lugar está lleno cercas alrededor del escenario como si un cantante local se fuera a presentar.

—La herida ya quedó cerrada amo, afortunadamente el arma no toco el hueso— me informa un kray quitando la aguja ensangrentada de mi nuca cuando tengo a una bailarina removiéndose en mi rodilla gimoteando.

—¿Quién te lastimó brutalmente? — pregunta la bailarina tratando de tocar mi nuca.

—Un adicto enojado.

—¿Por qué está enojado?

Sonrío de lado metiendo mi mano entre sus piernas palpando la humedad de su sexo. — Porque no le han dado su dosis semanal de droga, pero yo mismo me encargaré de ayudarlo.

—Si me pagas bien yo puedo ayudarte, puedo trabajar como distribuidora de droga— se cotonea sobre mi miembro y es otra de las cosas por las que debería matar al lobo, la falla de actividad de mi miembro me sigue jodiendo.

Ya no se levanta como antes, las chupadas ya no son suficientes para satisfacerme, pero si no se pone erecto no cojo.

—No hace falta, ya tengo a una mujer latina que va a llevarlo a donde yo quiero.

Se prende a mi boca con ansias y me abstengo de clavarla contra la mesa para unos pocos minutos en los que mi pene no reaccionará, pero al menos podré meterle mano frente a los empresarios que hacen todo tipo de vulgaridades en la taberna con otras bailarinas.

Pecado [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora