~Cap. #8

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Bellos Panqueques En El Suelo :(

Nina

—Fern... —murmuré lo más bajito posible, acercándome al asiento detrás de mí, algo bastante disimulado—. ¡Ferneyyyyyy...! —volví a llamar, con voz baja, para que la profesora no me escuchara.

Al fin levantó la cabeza y me frunció el ceño: —¿Qué? —le sonreí timidamente, él volteo los ojos entendiendo lo que quería—. Bien... ¿Cuál es la duda? —le volví a sonreí de oreja a oreja, y me acerque más, para susurrarle.

—No entiendo la dos... —estábamos en un exámen de química, lo cual, no entendía mucho, porque en la explicación del tema estaba pensando en (ustedes ya saben quién) y luego me quedé pensando en las palabras de John.

Fern acercó su hoja para explicarme, echándole ojeadas a la profesora, gracias a Dios estaba muy pendiente de los que "ella piensa" son copiones.

Gran futuro.

—Debes balancear ésto, ¡niña! —me señaló el ejercicio principal.

—¡Eso ya lo sé! No soy tan tonta —fruncí el ceño, el igual.

—¿Entonces para que preguntas si ya sabes? —le voltee los ojos.

—¡Ay! —me frustre, echándole una ojeada a la profesora, y arrebatándole la hoja a Fern para copiarme, y éste enseguida se quejó.

—¡Ey! ¡Mi hoja! —intentó quitarmela pero le di la espalda para que dejara el fastidio y poder copiarme, la profesora vió el movimiento raro y se acercó, pero Fern saco otra hoja y fingió que escribía en ella, mientras yo intentaba ocultar la de él debajo de la mía, para que no se diera cuenta de la diferencia de las letras.

Fern escribía cursivo, y yo a molde.

La profesora pasó por nuestro lado y se detuvo a mi lado.

Oh no.

Cerré los ojos muriendo de nervios.

Se acercó, pero no podía levantar la mirada de mi hoja, ya que estaba tan nerviosa.

—Sr. White —abrí los ojos, y voltee a mi derecha, para encontrarme con un cabello negro como el carbón dándome la cara.

¿Qué? Ella miraba a John.

Ahí entendí todo.

John estaba recostado en su pupitre sin hacer nada.

Él al escuchar la voz de la profesora, levantó un poco la cabeza y la giró a su dirección, no sin antes chocar con mis ojos que lo miraban fijamente.

—¿Qué? —farfulló seco.

—¿Se puede saber por qué no estás resolviendo el exámen? —tragué saliva nerviosa, no era él, y ya lo estaba.

—Ya lo hice —fruncí las cejas.

¿C-como?

Si yo apenas iba por la dos.

—¿Y por qué no entrega? —él se encogió de hombros, irguiéndose por completo, y dejando ver su hoja de exámen en su escritorio. La tomó y se la tendió a la profesora sin ninguna preocupación, mientras la profesora la examinaba, el bajó la mirada a mí, y yo me estremecí, baje rápidamente la mirada a mí hoja, fingiendo ignorarlo.

Sentí cuando se inclinó más cerca de mí y susurro en mi oído: —Se que no has podido pasar de las dos primeras preguntas —abrí los ojos como platos.

Mentiras De Vidas CortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora