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Catalina

No sabéis lo encantada que estoy en este momento. La noche anterior, junto a Robin y sus amigos, fue un auténtico sueño del que no quiero despertar. Bailar un vals lento, vestidos como personajes de cuento de hadas, marcó un antes y un después en mi vida. La conexión que sentí con él mientras girábamos en la pista era algo mágico, como si el tiempo se detuviera solo para nosotros. Y no penséis que después de eso nos quedamos ahí; la fiesta se animó con un poco de música disco y un ambiente vibrante que llenaba el aire. Desde que conocí a Robin, me di cuenta de que era algo tímido, pero lo que más me sorprendía era cómo, a solas, se soltaba mucho más que en compañía. Había algo en la intimidad que lo hacía brillar, como si las luces de la pista de baile encendieran algo especial en él. Yo, por otro lado, nunca he sido tímida. Al contrario, hacer el ridículo es mi hobby a tiempo completo; no es por presumir, pero se me da de maravilla y disfruto cada instante de ser el centro de atención.

Cuando llegamos a la discoteca, los chicos comenzaron a pedir bebidas y a dejarse llevar por el ritmo, conforme el alcohol iba subiendo. Yo no bebo, nunca lo he hecho y creo que nunca lo haré. He visto de cerca los efectos del alcohol en mi difunta madre, y esa experiencia me ha marcado profundamente; no quiero acabar en una situación similar. Robin, que normalmente tampoco toma, esa noche decidió animarse con una copa. Me da vergüenza admitir que no conocía ninguna de las canciones que sonaban, hasta que sonó "Shut Up and Dance". En ese momento, una chispa de energía recorrió mi cuerpo, y no pude evitar sonreír.

—Vamos a bailar —dije, llena de entusiasmo y con los ojos brillando.

—No sé yo... lo de bailar no es lo mío —respondió, evidentemente dudoso.

—¡Porfissss! —rogué, haciendo un puchero y alargando la última sílaba en un intento de convencerlo.

—Baila con Zubi, que está muy solo.

—Pero yo no quiero bailar con Zubi, yo solo quiero bailar contigo —le insistí, con una mirada persuasiva.

—Si me lo pides así... —iba a continuar hablando, pero no le iba a dar la oportunidad de negarse. Con firmeza, le agarré de las manos y lo arrastré hacia la pista, sintiendo que la música nos llamaba.

Siendo patinadora y, a ratos, bailarina, tengo cierta soltura en la pista. Pero no puedo decir lo mismo de Robin; se le notaba incómodo, sus movimientos eran vacilantes, como si cada paso le costara un mundo.

—Cata, yo no sé bailar —dijo, con un tono de desánimo.

—Solo suéltate y diviértete. ¿No te divierte estar conmigo? —le pregunté, intentando infundirle un poco de mi energía.

—Contigo siempre me lo paso bien —respondió, y en su voz escuché una mezcla de resignación y esperanza.

A partir de ese momento, Robin comenzó a moverse un poco más. Aunque su vergüenza seguía presente, podía ver que, poco a poco, se estaba divirtiendo. La música, el ambiente y la conexión que compartíamos estaban haciendo su efecto, y yo estaba decidida a disfrutar de cada segundo de esa noche mágica. Cada vez podía ver que disfrutaba más, con cada paso y con cada canción. Al final acabamos sentándonos un poco para que Robin descansara un poco. Yo ya estaba agotada para ese momento, así que solo apoyé mi cabeza en su hombro para comenzar una larga conversación sobre temas irrelevantes, pero me encantaba hablar con él, fuera lo que fuese.

—————⚽️💕⛸️—————

NOTA DEL AUTOR
Capítulo de relleno para dar paso a lo que se viene 🤭
¿Qué os ha parecido?
Os dejo aquí la historia de @vintageyan que es buenísima, 100% recomendada 🫶
Muchas gracias por votar y leer esta historia un día más.
También agradecer por cada comentario que recibo, me encantan todos ellos 💕

On Frozen Lands (Robin Le Normand)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora