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El equipo se encontraba en las afueras de Konoha, el ambiente cargado de tensión y determinación. Los preparativos para la misión estaban finalizados, y todos sabían que el tiempo era crucial. Sai, con su habitual eficiencia, realizó una serie de rápidos trazos en el aire, invocando con su jutsu de dibujos cuatro grandes aves de tinta, una para cada miembro del equipo, y una para Naruto y Hinata.

—Estamos listos —dijo Sai mientras las aves tomaban forma, agitándose ligeramente antes de estabilizarse en el aire.

Naruto asintió, ayudando a Hinata a subir al ave que compartirían. Aunque sus ojos aún reflejaban el dolor reciente, ella se mantenía firme, decidida a seguir adelante. Con suavidad, Naruto la tomó de la mano, asegurándose de que estuviera bien sujeta antes de que comenzaran a elevarse.

El viento comenzó a soplar mientras las aves ascendían, elevándolos por encima de los árboles de Konoha. Naruto estaba sentado al frente, con Hinata justo detrás de él. A medida que subían, sintió que los brazos de Hinata se aferraban más fuerte a su cintura, y luego, sintió su cabeza posarse suavemente contra su espalda.

Sin decir una palabra, Hinata lo abrazó con una intensidad que nunca antes había mostrado. Era un abrazo lleno de necesidad, de búsqueda de consuelo en medio del caos y el dolor. Al sentir el calor de su cuerpo contra el suyo, Naruto entendió la magnitud de lo que estaba sucediendo. Con cada fibra de su ser, Hinata estaba buscando esa seguridad que solo él podía ofrecerle en ese momento.

Naruto inclinó su cabeza ligeramente hacia un lado, intentando transmitirle un poco de su propia fuerza.

—Estoy aquí, Hime... —murmuró Naruto en voz baja, lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara por encima del sonido del viento—. No te preocupes, vamos a encontrarla.

Hinata, con los ojos cerrados y el corazón pesado, apretó aún más el abrazo. El frío aire que los rodeaba parecía desvanecerse en la calidez de ese momento, mientras encontraba consuelo en el ritmo constante de la respiración de Naruto y el latido de su corazón. Aunque el mundo a su alrededor se sentía incierto, en ese instante, mientras se aferraba a él, Hinata se sintió segura.

Naruto mantuvo una mano sobre la de Hinata, brindándole ese apoyo silencioso que tanto necesitaba. Sabía que las palabras podían no ser suficientes en momentos como este, pero su presencia, la certeza de que no la dejaría sola, era lo más importante. Con cada segundo que pasaba, sentía la responsabilidad de protegerla crecer aún más dentro de él.

A medida que las aves avanzaban velozmente hacia su destino, el equipo permanecía en silencio, cada uno centrado en sus pensamientos y en la misión que les esperaba. Pero entre Naruto y Hinata, en ese abrazo compartido, había un entendimiento profundo, una promesa no verbalizada de que enfrentarían lo que viniera juntos.

La seguridad de ese abrazo, el contacto con Naruto, le daba a Hinata la fuerza para continuar, sabiendo que, sin importar lo que sucediera, él estaría allí, a su lado.

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El equipo sale en la búsqueda de Hanabi, avanzando cautelosamente por un sendero sombrío que conduce a una cueva oculta. La atmósfera es densa y pesada, como si algo los observase desde las sombras. Al llegar a la entrada, una luz azulada emana desde el interior de la cueva, atrayéndolos hacia un lago que parece brillar desde sus profundidades. El grupo se acerca con cuidado, y sin darse cuenta, son arrastrados hacia el agua, siendo atrapados en una burbuja de Genjutsu.

Naruto parpadea, sintiendo una extraña sensación de nostalgia. De repente, se encuentra en el aula de la academia, en la clase de Iruka. Su corazón se acelera al ver su yo más joven, despreocupado y lleno de energía, mientras Iruka pregunta en voz alta a los estudiantes.

Luz y sombras: NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora