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Naruto y Hinata llegaron frente al Tenseigan, una esfera luminosa e imponente que parecía contener el poder de siglos. Naruto se preparó para destruirlo con un Rasengan, pero antes de lanzarlo, Hinata lo detuvo colocando suavemente su mano sobre la de él.

- Naruto, espera. Solo alguien con la sangre de Hamura puede destruir el Tenseigan – le advirtió con preocupación. – Si lo intentas, todo tu chakra será absorbido.

Naruto miró a Hinata, sorprendido y agradecido por su advertencia, asintiendo en silencio mientras bajaba su mano.

- Entonces, será tu turno, Hinata – dijo con confianza, retrocediendo para darle espacio.

Hinata cerró los ojos, concentrándose profundamente. Su chakra comenzó a acumularse, llenando el aire con un resplandor morado que se intensificaba con cada segundo. Naruto observaba con asombro mientras el poder de Hinata alcanzaba su máximo esplendor.

Con un movimiento decidido, Hinata desató su jutsu más poderoso del Tenseigan Divino. El cielo alrededor del Tenseigan se llenó de la luz purpúrea, envolviendo la esfera con una fuerza descomunal. El impacto fue inmediato, y el Tenseigan empezó a desintegrarse, dividiéndose en múltiples ojos con Byakugan, los restos de los antiguos Ōtsutsuki.

Naruto corrió hacia Hinata, atrapándola en sus brazos mientras la energía de su jutsu comenzaba a disiparse.

En ese momento, el equipo de Shikamaru, Sai y Sakura llegó corriendo al lugar, observando la escena con alivio.

- Hinata, lo hiciste – dijo Shikamaru con una leve sonrisa. – Destruiste el Tenseigan. La Luna se ha detenido y la barrera de chakra que protegía el castillo se ha desvanecido.

Hinata, todavía recuperándose del esfuerzo, miró a Naruto. Sus ojos reflejaban el alivio de haber superado uno de los mayores obstáculos, pero también había un brillo de algo más, algo que la llenaba de nerviosismo.

- Naruto... – comenzó, su voz temblorosa. – Ahora que todo parece estar un poco más tranquilo... ¿Podrías devolverme... mi anillo de compromiso?

Naruto se quedó inmóvil por un segundo, sus ojos abriéndose con sorpresa antes de que una sonrisa se extendiera por su rostro, llena de felicidad.

- ¡Por supuesto, Hinata! – exclamó, sacando el anillo de su bolsillo. Con cuidado, lo deslizó en el dedo de Hinata, como si estuviera sellando una promesa eterna.

Mientras los demás observaban la conmovedora escena, Shikamaru, siempre atento a los detalles, notó algo extraño. El reloj, que había detenido su marcha, había comenzado a moverse nuevamente. Miró hacia su mano y su expresión se endureció al ver que la Luna seguía su curso hacia la Tierra.

- Chicos... – interrumpió Shikamaru, su voz seria. – El reloj ha vuelto a funcionar. La Luna aún se dirige hacia la Tierra.

La alegría del momento se desvaneció al instante, y todos se volvieron hacia Shikamaru, entendiendo que la batalla aún no había terminado. La amenaza que se cernía sobre el mundo seguía siendo real, y tendrían que enfrentarse a ella juntos, con todo lo que tenían.

El suelo comenzó a temblar violentamente bajo los pies del equipo de Shikamaru. Un estruendo ensordecedor llenó el aire mientras un gigantesco golem de piedra emergía de la tierra, su imponente figura lanzando una sombra amenazante sobre ellos. Sin perder tiempo, el golem arremetió contra el grupo, haciendo que todos se dispersaran.

Naruto, actuando con rapidez, tomó a Hinata en sus brazos y entró en el Modo Kurama combinado con el Modo Sabio. Con una explosión de chakra, liberó a Kurama de su interior, el gigantesco zorro de nueve colas rugiendo con furia al enfrentarse al golem.

Luz y sombras: NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora