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Mientras caminaban por el borde de la última aldea que visitaron, Hinata comenzó a seguir el camino que parecía natural para continuar, pero Naruto la tomó suavemente del brazo para detenerla.

—No vamos por ahí —dijo Naruto, señalando con la cabeza hacia otro lugar.

—¿Qué? Pero no hay otro camino... —Hinata respondió, un poco confusa.

Naruto sonrió y señaló hacia un grupo de árboles densos a la derecha.

—Te equivocas. Vamos por ahí —dijo, con un brillo travieso en sus ojos.

Hinata lo miró con incredulidad y luego dejó escapar una pequeña risa.

—¿Estás loco? ¿Quieres que nos perdamos en ese bosque? —preguntó, aunque en su interior sentía curiosidad por lo que él tenía planeado.

Naruto la miró, su expresión se volvió más suave, casi seria.

—Confía en mí —dijo—. Pero tienes que prometerme algo. No actives tu Byakugan.

Hinata lo miró, perpleja. Su primera reacción fue negarse.

—¿Por qué? Naruto, esto es muy extraño...

Naruto se acercó un poco más y la miró directo a los ojos.

—Porque es una sorpresa. Te prometo que valdrá la pena. Solo... confía en mí.

Hinata suspiró, pero al final accedió. Sabía que Naruto no haría nada para ponerla en peligro.

—Está bien, no lo activaré —dijo, aunque su tono indicaba que aún tenía dudas.

Naruto sonrió ampliamente, y tomándola de la mano, la guió hacia el bosque.

Los árboles eran altos y el sendero, inexistente. A medida que avanzaban, la luz del día se desvanecía, dejando paso a la oscuridad de la noche. Después de unos minutos de caminar entre los árboles, Hinata empezó a sentir una ligera inquietud.

—Naruto... ya está bastante oscuro. No sé si deberíamos seguir por aquí. Estamos solos y...

Naruto se detuvo de repente y la miró con ternura.

—Hinata, por favor, cierra los ojos —dijo con suavidad.

Hinata lo miró con desconfianza. La idea de cerrar los ojos en medio de un bosque oscuro no era precisamente reconfortante.

—¿En serio? ¿Aquí? —preguntó, un poco nerviosa.

—Por favor —insistió Naruto—. Solo por un momento, confía en mí.

Hinata respiró hondo y cerró los ojos, sintiendo una mezcla de curiosidad y ansiedad.

Naruto la guió unos pocos pasos más y luego se detuvo.

—Está bien, puedes abrirlos ahora.

Hinata abrió los ojos y quedó completamente maravillada. Delante de ellos se extendía un vasto campo de flores que se mecían suavemente con la brisa nocturna. Las flores, de una variedad de colores, parecían brillar con una luz propia bajo el cielo estrellado. Luciérnagas revoloteaban entre los pétalos, iluminando el aire con sus destellos, creando una atmósfera mágica y etérea.

El cielo estaba despejado, salpicado de estrellas tan nítidas que parecía que podrían tocarse. Sobre sus cabezas, una aurora boreal desplegaba sus luces en ondas suaves de verde, púrpura y azul, pintando el cielo nocturno con un espectáculo deslumbrante. El resplandor de la aurora se reflejaba en un pequeño lago cercano, que parecía un espejo oscuro y tranquilo, multiplicando la belleza del cielo sobre él.

Luz y sombras: NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora