El acuario era enorme. Estaba oscuro, si, pero las luces provenientes de las gigantes peceras iluminaban lo suficiente como para poder ver bien. No había mucha gente. Era una mañana tranquila, solo algunas familias paseando. Nil se detuvo, justo detrás de una pequeña niña. Ella apuntó con su minúsculo dedo el vidrio; un aterrador tiburón nadó frente a ellos.
"¡Mira, papi! ¡Un pez!"
El joven explorador sólo sonrió. Bahari lo miró, entonces.
"Sígueme. Ya falta poco para encontrar lo que buscamos."
Ambos caminaron y caminaron. Entraron en un salón particular, con peceras más pequeñas, pero con una enorme en el centro. Allí, la chica se puso a leer todos los carteles que indicaban los nombres de las especies.
"Este es. Dendrochirus biocellatus."
El chico no sabía qué estaban buscando todavía. Entonces, ella pareció mirar el gigantesco tanque, señalando un lugar aparentemente vacío. Colocó su mano frente al vidrio y cerró los ojos. Movió sus dedos poco a poco, apuntando siempre al fondo. La calidez subió por su brazo, y empezó a escuchar sus latidos.
"Te encontré."
Abrió de golpe los ojos y, con un solo movimiento, el cristal explotó. Pedazos de vidrio roto volaron por todo el lugar, rozando el rostro de Bahari y creando un pequeño corte en su pómulo izquierdo. El agua se esparció por el suelo, mojando sus zapatos. Los llamativos peces que antes nadaban tranquilamente ahora estaban ahogados en el piso. Sin embargo, ella se concentraba solamente en una cosa.
Sacó lentamente su puño cerrado. Dentro, un pequeño pez de no más de diez centímetros se escurría, tratando de escapar, de regresar a su hábitat para poder sobrevivir. Aún así, la mujer lo sostuvo más cerca de su rostro.
Inspeccionó al colorido ejemplar cubierto de arena. Su boca se abría y se cerraba, acompañando el movimiento con los pequeños tentáculos al rededor de sus labios. Sus aletas, en forma de abanico, se agitaban de lado a lado tratando de librarse del agarre. La chica se dio la vuelta, ignorando cómo sus manos sangraban al ser perforadas por las espinas del animal. Miró a Nil, lo tomó del brazo y salió corriendo.
Un oficial de policía los perseguía por haber roto el acuario y robado el pez. Sin embargo, Bahari no mostró temor alguno y tan solo salió por la puerta. Unos minutos más tarde, ya estaban de nuevo en la residencia.
"Oye... no me dijiste que íbamos a llevarnos a una criatura." Nil habló entrecortado, aún agitado por la carrera.
"¿Por qué otra razón iríamos a un acuario? No te quejes, esto va a salvar a tu amigo."
Al oír esto, el muchacho se tranquilizó.
Ambos entraron a la habitación donde estaba Amaru y vieron a Zafir haciéndole compañía. El enfermo se encontraba desmayado, se volvió pálido por culpa del veneno.
"Llegaron. Él no está mucho mejor... ¿ya encontraron un antídoto?"
"Si", habló la mujer, "las toxinas presentes en las espinas de este pez nos ayudarán a contrarrestar el efecto."
"Espera, ¿toxinas? ¿No te acabas de perforar la mano con eso?" Nil mostró preocupación.
"Esta bien. Hay un remedio mucho más sencillo para este tipo de intoxicación, y básicamente soy inmune."
"¿Cómo sabes todas estas cosas? Eres patinadora, no enfermera." Zafir estaba verdaderamente intrigado.
"Mi padre es médico."
"¿Y por qué no nos ayuda?"
Bahari se detuvo un segundo, sin pronunciar palabra alguna. Unos momentos después, arrancó la serie de espinas que el pez llevaba en su espalda, y dejó el resto del cuerpo sobre una mesa. Acercándose a Amaru, habló:
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Atheusis
FantasiUn joven explorador encuentra a un chico que ha perdido la memoria dentro de una cueva sumergida en el río. Juntos, descubrirán sus orígenes y su historia, y formarán un lazo inseparable.