Cadáver en las amapolas

Parte 11 La Hacienda de las animas

Víctor con dolor, se logró parar, aunque la herida en su muslo no tenía mejoría.

—Pues... ya no tiene caso seguir escondiéndolo. —dijo Víctor, su voz un poco ronca— Es difícil vivir con miedo... Miedo, por lo que me negué a aceptar durante tantos años. Gio... Sí te amo... Pero nunca te amaré como amé a Pato...

Julieta lo miraba incrédula, sabiendo que las palabras de Víctor destrozaban el corazón de Gio. Víctor suspiró profundamente, como si las palabras le costaran salir.

—Pato... —comenzó, sus ojos volviéndose vidriosos—. Siempre lo amé. Desde que éramos niños, siempre hubo algo entre nosotros, algo que nunca me atreví a admitir. Teníamos una conexión, que muchos envidiaban... era algo que no podía ignorar. Cuando lo besé por primera vez... Sabía que él era la persona con quien quería pasar el resto de mi vida. Pero tampoco lo podía aceptar. Andaba con Lorena y desde niño los medios de comunicación me persiguen. No podía dejar que la prensa publicara que el estúpido programa de mi madre, hace gays a los niños.

Mariana se quedó inmóvil, sintiendo el peso de la confesión de Víctor. Sabía que su primo Pato había tenido una relación complicada con Víctor, pero jamás imaginó cuanto lo amaba y, sobre todo, que, a pesar de su amor, fuera capaz de matarlo. La

— Y cuando Pato me traicionó... —continuó Víctor, sus manos temblando—. Cuando él se burló de "Chispita, el unicornio," y comenzaron las burlas hacia mí, mi corazón se llenó de odio. No podía soportarlo. No podía soportar que él siguiera adelante en el cine, mientras el mundo me consumía y se burlaba de mi familia. Trate de se me dejara de asociar de cualquier manera a "Chispita", traté de que nadie sospechara de mi amor por Pato.

Se hizo un largo silencio en la habitación, roto solo por la respiración pesada de Víctor.

—Lorena... lo sabía todo. Sabía lo que yo sentía por Pato. Me manipuló, me convenció de que debía matarlo. Fue ella quien me dio las flores y las instrucciones. Me dijo como envenenarlo. Me dijo que era la única forma de liberarme de ese dolor. Me dio una dosis precisa para ocultarlo en un cigarro de marihuana y me aseguró que nadie lo descubriría. —Víctor se llevó las manos a la cara, como si quisiera ocultar su vergüenza—. Pero en el fondo, sabía que no lo hacía por ella, ni siquiera por venganza. Lo hacía porque no podía soportar la idea de que vivir amando a Pato, nunca sería una realidad.

Gio sintió un nudo formarse en su garganta al escuchar las palabras de Víctor.
Mariana lo interrumpe.

— Pato te estaba cuidando aquí, cuando Axel y yo fuimos al jacuzzi. Le diste tu cigarro mortal para que calmara sus nervios, Pato fue a la entrada, donde lo fumó hasta ser envenenado. Doña Cata lanzó el cigarro apagado afuera y antes de que fuera vista, Gio llegó aquí, a la biblioteca, donde fingiste estar acostado... Pero, ¿y Axel? —preguntó Mariana, su voz apenas audible—. ¿Qué te hizo para que lo mataras?

Víctor bajó la cabeza, con los ojos llenos de tristeza.

—De hecho, Axel... no iba a morir, mandé a Doña Cata a matar a Julieta, porque de seguro te iba a contar todo cuando despertara... aunque, estoy bien con eso... Axel siempre fue inocente, el bueno de la familia. No merecía mi mierda, pero encontré placer en joder a mi hermanastro. No sé por qué. Pero yo... —Víctor cerró los ojos con enojo—. Siempre lo odié. Desde que llegó a mi vida, todos lo adoraban. Él siempre tuvo lo que yo no podía tener: amigos, atención y cariño. Yo me sentía solo, atrapado en mi propia oscuridad y el dinero. Y cuando me di cuenta de que lo que sentía por Pato nunca sería correspondido como yo quería... me desquité con Axel.

Gio escuchaba en silencio, tratando de comprender la magnitud del sufrimiento de Víctor.

—Fue fácil hacerlo caer en las drogas—continuó—. Axel era débil, fácil de manipular. Lo jodí porque quería destruir su pureza, quería verlo caer tan bajo como yo lo estaba. Cada vez que él sufría, yo sentía una especie de alivio retorcido. Fui cruel, pero no podía detenerme.