Narrador.
Ban seguía viendo con curiosidad a la valkiria delante de él. Sentía un poco de rencor hacia ellas por como le habían quitado al amor de su vida, pero esas eran cuentas que saldaría otro día.
—¿Tú eres Eir? La sanadora, ¿No quieres curar un poco esta herida? —preguntó desinteresado. Señaló su propio mentón hacia una pequeña cicatriz en la punta de este, cicatriz que Ada había dejado. —Tu reina me pateó muy duro, ¿No tienes algo que decir al respecto?
La apariencia de Eir era muy distinta ahora, sus ropajes ya no estaban sucios, su yelmo estaba pulido y limpio. Al igual que su piel, ya no tenía un color oscuro, si no un color más fresco.
Elevó su mano hasta la altura del mentón del inmortal, e infligiendo algo de su magia la cicatriz se desvaneció. Un poco de sorpresa se posó en el zorro, mirándola con atención.
—Muchas gracias... —susurró Eir. Ban, sorprendido, frunció ligeramente el ceño. Eir alzó sus manos envolviendo el castillo en una pequeña burbuja de magia pura, las heridas de los caballeros sacros se evaporaron en el aire.
La sanadora partió vuelo, buscando a más heridos entre la masacre de sus hermanas. Escuchaba los gritos de guerra de una Hildr corrompida, así que no dudaba que estuviera muy entretenida.
Meliodas.
Ada obviamente no me reconocía, me sentía ingenuo ante sus pies. Si he de morir ahora mismo quería que fuera en sus manos, pero solo me veía con curiosidad. Su piel aún estaba de un color vivo y fresco, al igual que sus ropa. Lo único que parecía perdido era su mente.
Necesitaba recuperar a mi esposa, soy demasiado egoísta como para dejarlo pasar. Le dije que esta era nuestra última vida, pero estoy seguro que no se refería a que yo muriera en sus brazos.
—¡Ada!—. Elizabeth salió corriendo de la taberna. Lewin sujetó su cintura entre sus manos deteniéndola.
—Elizabeth, ella no te reconocerá —murmuró Lewin, noté la frustración en su voz tratando de tranquilizarla.
—¡No me importa! —discutió soltándose de su agarre, pero antes de que pudiera llegar a ella, mi esposa estiró su mano hacia Elizabeth deteniéndola. Su gesto me sorprendió.
—¿Ada...? ¿Qué sucede? —preguntó Elizabeth en débiles balbuceos. Ada no respondió, y entendí por qué había hecho ese gesto. Giró levemente su cuerpo hacia un costado alzando la mirada.
Deriere y Monspeet aterrizaron delante de nosotros, podía ver el notable desinteres en sus miradas, hasta que se dieron cuenta a quiénes le pertenecían las almas que perseguían.
—Parece que llegamos para el platillo fuerte —murmuró Monspeet. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, miré a Lewin de reojo y él entendió todo. No podíamos usar nuestra marca demoníaca o Ada lo notaría y estaríamos en grandes problemas, pero Elizabeth estaba indefensa.
Zaratras se nos adelantó, haciendo lo que nosotros no nos habíamos atrevido, tomando los hombros de Elizabeth y obligándola a retroceder, confundiéndola.
—Muy bien, esto se pondrá pesado —susurró Lewin. Desenfundó su espada poniéndose delante de Elizabeth y yo lo imité.
Deriere parecía solamente tener ojos para Ada, mirándola con una notable rencor. Noté como trataba de contenerse, recordando cómo había sido humillada por las otras dos hermanas de mi esposa. Desafortunadamente para mí, posó sus ojos sobre Elizabeth.
Narrador.
—Tú... ¿¡Cómo es que estás viva, maldita?! —cuestionó. Sintió como su sangre ardía empezando a alterarse. Nunca creyó volver a ver a Elizabeth en persona. La hacia muerta y muerta es como debió haberse quedado.
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Te Protegeré Con Mi Vida | Meliodas
Fanfiction"Prometí que te protegería, ningún hombre o mujer te haría daño en mi presencia. Pero mi presencia era la que se encargaba de herirte y lastimarte. Jamás podría olvidarte, aunque ambos lo intentamos era imposible. Antes de la maldición te amaba con...