Capítulo 3: Desempolvando la historia

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Ada.

Hace tiempo que no dormía en una cama, realmente el colchón se siente increíblemente cálido a mis espaldas. Con cuidado, me levanté. Escuchado el rechistar de la madera bajo mis pies. Caminé hacia la ventana más cercana.

Ésto no se sentía como el sueño de la primera vez que desperté en la tierra de los vivos. Una horrible jaqueca se hizo presente en mi cabeza en segundos. Tal vez me levanté muy rápido.

Miré a mis espaldas, viendo a un pequeño bebé revolviendose entre las sábanas. Un bebé de rizos dorados y vendas en su cuerpo de nombre Meliodas.

Con una sonrisa en mis labios recosté mi cuerpo sobre las sábanas una vez más, acariciando el cabello de Meliodas con delicadeza. Era como un lindo bebé rozando el mundo de los sueños. Que envidia.

Volví a sentarme sobre las sábanas sin saber que hacer, no había visto a Meliodas en tanto tiempo que me parecía irreal.

Es tan lindo como lo recordaba. Acaricié con cuidado su hermoso cabello dorado, enternecida por completo.

Su cabello suave al igual que sus tiernas mejillas, sus labios rosados y sus delgadas pestañas. Tan sereno, tan perfecto. Meliodas era mi recuerdo más preciado, ahora ya no tenía que ser un recuerdo. Estaba aquí.

Suspiré levantándome, inspeccionando el lugar. Dudó que él me allá curado solo. Podía sentir energía mágica por todo el lugar, y una aún más grande que se aproximaba hacia la puerta.

—Capitán, ya...

Un hada había entrado en la habitación casi en su totalidad, viéndome en silencio.

—Parece que ya despertaste... Y el otro no se duerme se muere —murmuró mirando a Meliodas.

Solté una suave risa risueña acercándome al hada, puede que más de lo que debería. Él nunca retrocedió y yo sujeté su mentón con una de mis manos. Termine de abrir la puerta aún sujetando su mentón con la punta de mis dedos.

—¿Qué...Qu hace, haces? —tartamudeó. Lo escuchaba bien, pero aún así me acerqué aún más viendo con atención sus ojos. No era una distancia muy prudente.

—Oh~ Eres el rey hada, ¿No es así? —musité cerrando mis ojos mostrando la sonrisa en mis labios, sin darme cuenta me había acercado un poco más.

Él por fin pareció reacionar. Retrocedió de golpe sobre una almohada voladora ocultando su rostro en la misma. Podía distinguir su sonrojo y yo sonreí con pereza mirándolo.

—¿¡Qué te pasa?! ¿No sabes que es de mala educación invadir el espacio personal de los demás?

Yo solo hice una pequeña reverencia sin decir nada más. Él solo me miraba espectante sin dejar de abrazar la almohada. Lo volví a mirar apoyando una mano en mi pecho.

—Lamento mucho haberte incomodado —artículo, viéndolo con serenidad. Él pareció pensar un poco lo que me iba a decir.

—Si... Soy el rey hada del bosque de las hadas. Puedes llamarme King —murmuró aún algo sonrojado empuñando sus labios.

Tal vez fui muy imprudente a decir verdad, pero despues de vivir durante dos mil años ya nada te importa.

Había perdido mi vergüenza hace mucho, convivir con humanos por más de 10 décadas ayudado mucho. Pero en toda mi santa convivencia nunca había recibido un platillo tan exquisito como el del cocinero del sombrero de jabalí, Ban.

Ban... Que nombre tan raro... Ban. Escuche a King llamarlo cuando bajé. Los veía hablar entre si en bolita, como si no pudiera escucharlos. Todo estaba tranquilo mientras comía sentada en la barra del bar.

Te Protegeré Con Mi Vida | Meliodas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora