2. Endulzada en sus ojos

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  Elena salió de la lujosa oficina de Mitzzi sintiendo una mezcla de emoción y temor. Había logrado lo impensable: obtener el puesto de asistente personal del hombre más temido y admirado de la industria de la moda, Anzhel Hvorovstovsky, un nombre que resonaba con poder y controversia.

  Mientras caminaba por las calles vibrantes de la ciudad, su mente no podía apartarse de la intensidad de la entrevista y de los ojos fríos y calculadores de su nuevo jefe. Al fin habia regresado a su pequeño departamento, un modesto estudio en el centro de la ciudad que apenas podía contener todas sus aspiraciones. Cerró la puerta detrás de ella y dejó caer su bolso sobre la silla que hacía las veces de perchero, escritorio y mesa de comedor. Se apoyó contra la pared, respirando profundamente mientras trataba de asimilar todo lo que había pasado ese día. Había conseguido el trabajo de sus sueños, pero también había entrado en el terreno más peligroso que jamás hubiera imaginado: ser la asistente personal de Anzhel Hvorovstovsky, o como todos lo llamaban a sus espaldas, "La Bestia".

  Mientras se quitaba los zapatos, miró alrededor de su pequeño espacio. Las paredes blancas y los muebles simples eran testigos silenciosos de su ambición y de los sacrificios que había hecho para llegar hasta aquí. Trabajaba duro y ahorraba cada centavo con la esperanza de algún día comprar su propia casa, un lugar que fuera verdaderamente suyo, lejos del caos de la ciudad y de las preocupaciones de un alquiler que subía cada año. Mitzzi, la empresa de moda que siempre había admirado, era su boleto hacia ese futuro. Con el salario de 50,000 dólares mensuales, sus sueños ya no parecían tan lejanos. Sin embargo, no podía ignorar la advertencia tácita en los ojos de Anzhel cuando le ofreció el trabajo. Sabía que ese dinero no sería fácil de ganar. La jornada laboral no tenía horario fijo, y ser la sombra de Anzhel significaba estar disponible las 24 horas del día, lista para enfrentar cualquier desafío o capricho que él pudiera tener.

  Se dirigió a la cocina, encendió la cafetera y se sentó en el sofá, dejando que el suave aroma del café inundara el ambiente. Mientras el líquido caliente caía en la taza, sus pensamientos volaron de vuelta a la oficina—"Estoy dispuesta a todo," —se repitió a sí misma, recordando el momento en que había hecho esa declaración desafiante, se vio a sí misma entrando por esas puertas lujosas, enfrentando las miradas de los empleados vestidos de manera extravagante y sintiéndose fuera de lugar con su atuendo inicial. Pero lo que más la inquietaba no era el estilo, sino Anzhel. Su jefe. Su nuevo jefe. Anzhel Hvorovstovsky, el hombre que podía destrozarte con una sola palabra y sonreír mientras lo hacía. Su reputación lo precedía: altanero, arrogante, y con una habilidad casi inhumana para detectar las debilidades de los demás. Pero había algo más en él, algo que Elena no había esperado encontrar: una atracción subyacente que se manifestaba en la forma en que sus miradas se habían cruzado, un juego de poder y desafío que la había dejado con el corazón acelerado. Era imposible negar que Anzhel era fascinante, pero también sabía que acercarse demasiado a él era como jugar con fuego.

  Elena dejó escapar un suspiro, dándose cuenta de que en medio de toda la emoción y el caos, había dejado su saco en la oficina de Anzhel. Un saco que ahora yacía sobre la silla de cuero que ella había ocupado durante la entrevista. Solo imaginarlo, solo pensar que él podría verlo y recordar su pequeña victoria, la hacía sonreír, aunque también la incomodaba <<No importa>>, pensó— tendré que recogerlo mañana, y eso solo será una excusa para demostrarle que no me intimidará, ni siquiera por accidente —comento para si misma inhalando y exhalando. 
  Mientras se recostaba en el sofá, su teléfono vibró en la mesa. Era un mensaje de Kendra, su amiga y la responsable de haberle sugerido el puesto. Kendra trabajaba en Mitzzi desde hacía años y conocía bien el entorno, incluido a Anzhel.

Kendra: "Amigaaa, vi que conseguiste el trabajo. Felicidades... pero recuerda tener cuidado con la bestia. No se le llama asi por nada. Tiene una lista de exasistentes más larga que su lista de mujeres, y créeme, nunca ha tenido una novia estable. Solo juega y desecha". 

Sutilmente Encadenada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora