Prólogo

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Tecla blanca.
Tecla negra.

Los dedos se movían rápidamente, la rodilla temblaba persiguiendo las notas, la mente usaba la memoria fotográfica para recordar la posición de las teclas, los párpados se entrecerraban y el ceño se fruncía.

El ritmo se volvió urgente y las yemas de los dedos presionaron con más fuerza las teclas. Pero su memoria lo traicionó.

Se equivocó de tono, la nota desafinó y la melodía se detuvo de repente.

Juanjo suspiró frustrado, se pasó el dorso de la mano por la frente empapada de sudor y trató de recuperar el aliento que sentía haber estado conteniendo mientras tocaba. No era la primera vez que confundía la posición de las teclas. Durante el día había ensayado varias veces en su habitación; había cerrado las contraventanas y corrido las cortinas. La oscuridad había envuelto la habitación, se había tomado unos minutos para acostumbrar a sus alumnos a la oscuridad y, finalmente, había empezado a tocar. Era un ejercicio que hacía desde pequeño, pero no era nada fácil. A menudo su memoria lo traicionaba y la melodía se rompía. Siempre terminaba con lágrimas en los ojos, la cara perlada de sudor y las yemas de los dedos doloridas.

Esa noche, sin embargo, estaba en la academia. El director de la orquesta le dio las llaves y le dejó ensayar. Juanjo sabía que necesitaba dormir, que sus dedos no cooperarían como le hubiera gustado, pero se encerró en aquella habitación llena de instrumentos y apagó todas las luces.

No entendía por qué no podía recordarlo, tenía miedo de estropear la orquesta y dejar que la ansiedad lo dominara.

Suspiró, volvió a bajar los párpados y empezó a tocar de nuevo. Comenzó lentamente, dejándose llevar por el dulce sonido de aquellas teclas blancas y negras. Cuando llegó a la nota tan esperada, cometió un error. Abrió los ojos de golpe, presionó las teclas con frustración y dejó escapar un gemido desesperado.

Encendió la pequeña vela que había colocado sobre el piano, dejó que sus ojos se acostumbraran nuevamente a la luz y se cruzó de brazos. Metió la cabeza entre ellos, luchando contra las lágrimas y el nudo en la garganta. No entendía lo que estaba pasando, sentía que estaba fallando.

No quería decepcionar a nadie, ni siquiera a sí mismo. Sólo quería convertirse en el mejor. De repente, el flujo de pensamientos desesperados fue interrumpido por el repentino apagado de la vela y el sonido de pasos ligeros.

Se asustó, levantó la cabeza y trató de localizar la figura en la oscuridad.

—¿Te molesta si me siento a tu lado?

Juanjo escuchó una voz baja y ronca.

Se quedó helado, sin saber qué hacer. ¿Quién coño era él? ¿Y qué quería de él? Estaba seguro de que todos se fueron al final de la clase.

No respondió a la voz masculina, pero escuchó pasos que se acercaban.

—¿Me harás espacio?

Juanjo obedeció, ni siquiera sabía por qué lo hacía. Pudo haber encendido la luz y entender quién estaba frente a él, pero por alguna extraña razón percibió los músculos inmovilizados. El extraño se colocó a su lado, las telas de sus ropas se frotaron y sus hombros se tocaron. Una oleada de perfume golpeó las fosas nasales de Juanjo; estaba seguro de que era almizcle blanco. Estaban tan cerca que Juanjo podía sentir el aliento del otro chico en su piel.

—¿Qué estabas tocando?— Preguntó el extraño, colocando las yemas de sus dedos sobre las teclas del instrumento para probar su suavidad.

Juanjo tragó. —Una pieza de Chopin.

El chico presionó una tecla, emitiendo un sonido suave.

—¿Puedo escucharlo?

El corazón de Juanjo se aceleró. Respiró profundamente y giró la cabeza en dirección al extraño. No podía distinguir bien su figura; apenas notó un cabello espeso y desordenado y el brillo de los anillos que adornaban sus dedos.

Luego se concentró en el piano, cerró los ojos y presionó las teclas. La canción llenó el silencio de la habitación, la calma envolvió por completo la mente de Juanjo. Continuó tocando hasta que, incluso con los párpados cerrados, vio encenderse una suave luz. Desafinó y estaba a punto de abrir los ojos cuando el extraño puso su mano sobre la suya.

—No abras los ojos— le susurró. —Sigue tocando.

El cerebro de Juanjo acababa de volverse loco. Ni siquiera recordaba la nota inicial.

El extraño pareció notar el estado del chico y comenzó a tocar la parte derecha del piano. Juanjo se sorprendió al oír que la melodía continuaba donde la había dejado y, sin darse cuenta, le acompañó en la acción. La canción llegó al fatídico punto del error, pero esta vez no se equivocó.

Una emoción desconocida llenó su pecho, la tranquilidad con la que jugaba y acompañaba al desconocido lo sacudió. Nunca se había sentido así, ni siquiera en sus mejores días. La canción llegó a su fin, un soplo apagó la vela y el silencio volvió a reinar.

Podía escuchar la respiración rápida del extraño a su lado, pero antes de que pudiera abrir la boca, el contacto entre sus hombros cesó de repente.

—Tienes talento— fueron las palabras pronunciadas por el chico, que se había levantado de su asiento.

—Nunca antes había tocado con nadie— admitió Juanjo, intentando distinguir su figura.

—Yo tampoco— respondió el desconocido. Juanjo quería verle la cara. Quería volver a sentir el calor de sus dedos en su mano y oler esa mezcla de aromas que atraía sus fosas nasales.

—¿Puedo verte?— Preguntó con cautela.

—Es tarde— fue la respuesta del otro.

Juanjo no entendió, pero escuchó los pasos alejándose.

Actuó instintivamente: extendió la mano y buscó el encendedor, encendió la vela y se dio la vuelta.

Pero la puerta ya se había cerrado tras el desconocido y las esperanzas de Juanjo se derrumbaron.

Con el labio inferior entre los dientes, volvió a mirar fijamente aquellas teclas blancas y negras, preguntándose si el extraño era miembro de la orquesta. Sin embargo, nunca antes había oído ese tono de voz y ese olor. Resopló y se llevó una mano a la cara. Cuando tocó su piel notó un frescor húmedo en sus dedos. Apartó la mano de su rostro y la miró.

Colores. Manchas de pintura fresca.

En el dorso de su mano y parte de su muñeca había huellas azules y lo mismo también en las teclas derechas del piano.

La confusión lo cegó.

¿Con quién coño acababa de tocar?

¿Con quién coño acababa de tocar?

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No sé exactamente de dónde saqué el valor para publicar, sólo puedo decir q lo siento por los errores o palabras sin sentido. Nació en italiano en las notas de mi teléfono y traducir al español es un poco complicado.
Dejais comentarios si os guste este comienzo.
Besitooos 🌷

Intuarsi - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora