14. Silencios

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martin artista, 11.08 h.
¿Vienes al lago conmigo? No hagas preguntas, solo dime sí o no.

martin artista, 11.08 h.
Si me dices que no, me ofenderé.

Esa mañana, Juanjo se despertó con dos notificaciones de WhatsApp de parte de Martin. Aún con los ojos nublados por el sueño, respondió "sí" a ambos mensajes sin pensarlo dos veces. Últimamente, pasar tiempo con ese chico lo hacía sentir bien, alejándolo un poco de las preocupaciones que lo rodeaban. Así que se vistió cómodamente, luego se dirigió a la cocina para robar una rebanada de pan, untarla con mermelada y salir de casa. Martin le había escrito que lo esperara afuera porque pasaría a recogerlo en bicicleta. Así que Juanjo esperò su llegada frente al portón de su casa, disfrutando del canto de los pájaros y el canto ensordecedor de las cigarras. El calor sofocante de julio le había perlado la frente de sudor, por lo que no dejaba de agitar la mano contra su rostro, buscando aire. Después de unos diez minutos, Martin apareció, montado en su bicicleta y con una mochila aplastada en la cesta frente al manillar. El chico frenó frente a él, recibiendo un saludo por parte de Juanjo.

—¿Puedo contratarte como mi taxista personal?

Martin le dio una patada ligera con el pie mientras Juanjo se acomodaba detrás del sillín.

Luego, comenzó a pedalear, tomando el sendero que conducía al bosque. Juanjo le abrazaba la cintura para mantenerse, mientras maldecía al chico cada vez que las ruedas golpeaban un bache en el camino. Cuando la discusión terminó, Juanjo apoyó la sien en la espalda del chico, dejándose llevar por el viento que le golpeaba la cara y la comodidad de ese breve viaje.

—¿No me preguntas por qué te pedí que vinieras conmigo?— rompió el silencio Martin, mientras las frondosas copas de los árboles comenzaban a rodearlos y las piedras del sendero crujían bajo las ruedas.

Juanjo suspiró. —La verdad es que no me importa saberlo. Hubiera venido de todos modos.

—¿Por qué?

—Porque tengo ganas de estar contigo.

Después de esa afirmación, Martin frenó, dando por terminado el viaje y saltó del sillín. Juanjo lo imitó y le regaló una sonrisa cuando el chico se dio la vuelta para mirarlo. Martin ató cuidadosamente la bicicleta al delgado tronco de un árbol y, con un gesto de cabeza, lo invitó a seguirlo. Juanjo mantuvo su paso mientras se perdían entre la vegetación y los llamados de los animales. Estuvo a su lado cuando Martin le lanzó una mirada rápida para asegurarse de que lo estaba siguiendo.

—¿A qué se debe la sinceridad de antes?— preguntó Martin.

—Nada, es un día un poco así. Alejarme un poco del resto me hará bien.

Martin devolvió su suspiro. —Sé a qué te refieres.

Juanjo fijó su mirada en el perfil del otro. —¿Y tú?

—¿Yo qué?

—Este es tu lugar seguro, ¿no?

—Sí, aquí es donde paso la mayor parte del tiempo cada día. A veces incluso por la noche— admitió Martin, mientras salían en una gran área verde, la misma donde semanas antes Juanjo había encontrado a Martin tirado en la hierba con fiebre.

—¿No es peligroso?

—Que va, me he acostumbrado. Este bosque es seguro— replicó Martin, dejando caer la mochila sobre la hierba.

—De todos modos, es una mierda despertarse con una fila de hormigas que te rodean.

Martin se rió. —Nunca me ha pasado.

Intuarsi - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora