Había abierto la puerta de su casa con la respiración agitada mientras el cielo empezaba a oscurecerse por la llegada de un tiempo amenazador. Su padre, a su lado, trasteaba con un manojo de llaves para desbloquear la cerradura de la puerta de entrada. Eran solo las dos de la tarde y Juanjo ya estaba cansado. Su padre lo había llevado con él para que pudiera ayudarlo a desempolvar y arreglar el barco que yacía en su jardín. Juanjo sabía que, al día siguiente, su abuelo lo llamaría para invitarlo a pescar; por eso, no se había hecho de rogar y lo había ayudado. En las pequeñas tablas de madera aún se notaba el boceto que Martin había dibujado durante varias noches. Su padre se había quejado de que los chicos, hoy en día, no tenían otra cosa que hacer más que ensuciar todo lo que encontraban a su alrededor. Juanjo se contuvo de reírse en su cara y asintió, después de pedirle amablemente que no eliminara ese pequeño dibujo porque, según él, los dibujos de esos "vándalos" no eran tan malos. Su padre era terco, pero Juanjo lo era más. Y lo convenció.
Cuando la puerta de entrada se abrió, Juanjo apenas tuvo tiempo de escabullirse por la puerta porque la lluvia, como un gran balde de agua, comenzó a caer sin parar. Se rió mientras escuchaba a su padre maldecir en voz baja por haberse mojado la ropa, pero aguzó los oídos cuando oyó voces provenientes de la cocina. Se asomó, confundido, y se quedó perplejo cuando vio a su madre y a Martin sentados en la mesa, inmersos en una conversación. Un déjà vu recorrió la mente de Juanjo, recordando aquella misma mañana en la que había encontrado a los dos preparando el desayuno. Y, al ver la misma escena, se quedó sin palabras.
—¿Martin?— pronunció, con el ceño fruncido. El chico, al oír que lo llamaban, giró la cabeza y Juanjo observó cómo sus mejillas tomaban un color más encendido. Pero no fue eso lo que captó su atención, sino sus ojos, que estaban rojos e hinchados, los ojos de alguien que había pasado todo el día llorando. Se acercó con preocupación.
—¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí? ¿Has llorado?— las palabras salieron de su boca como un torrente y Martin, al sentirse sometido a tal presión, desvió la mirada de su rostro mientras jugueteaba con sus dedos, inseguro.
Vale, definitivamente había algo que no iba bien.
—Juanjo, cariño— Selena se acercó a él, sonriente, con dos platos de pasta entre los dedos, —¿nos sentamos a comer? Después podréis hablar cuanto queráis. Martin ha venido a visitarnos.
Juanjo siguió estudiando el rostro enrojecido de su amigo, pero no dijo nada más y se sentó a la mesa. Su padre saludó a Martin, quien se presentó con una leve sonrisa en los labios y se disculpó por la molestia.
—No molestas— negó Juanjo con la cabeza, para que Martin pudiera volver a mirarlo a la cara. Cuando los padres de Juanjo se alejaron charlando entre ellos, Juanjo aprovechó para darle un leve golpe en el tobillo a Martin. Este último lo miró con una ceja levantada y las mejillas de nuevo rojas.
—¿Estás bien?— preguntó Juanjo, en voz baja.
Martin se mordió el labio, negando con la cabeza.
Juanjo le mostró una mueca llena de preocupación.
—Hablamos después, ¿vale? ¿Me buscabas a mí?
Martin asintió, incapaz de mirarlo a los ojos y para Juanjo eso no era propio de él. Así que extendió tímidamente la mano derecha para agarrar los dedos temblorosos del otro. Los apretó, con el objetivo de mostrarle apoyo y Martin le sonrió, como Juanjo hubiera querido. Cuando los padres regresaron a la sala, Juanjo soltó la mano y ayudó a su madre con los platos. Hablaron durante toda la comida: su padre conversó con Martin sobre su trabajo mientras Selena lanzaba miradas a su hijo, como si quisiera comunicarle algo con los ojos. Cuando llegó el momento del postre, Juanjo se levantó de la mesa para acercarse a su madre.
ESTÁS LEYENDO
Intuarsi - Juantin
FanfictionDonde Juanjo es uno de los elementos más válidos de la orquesta del país. Animado por su familia y su directora de orquesta, persigue el sueño de llevar su talento por España. Sin embargo, lo que lo bloquea es el miedo a repetir un error del pasado...