7. Sin saber la razón

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Un molesto cosquilleo en el brazo obligó a Juanjo a abrir lentamente los ojos. Los rayos del sol impactaron en su rostro casi cegándolo, por lo que tuvo que taparse los ojos con una mano para evitar que le lloraran. Su habitación no era tan luminosa. Y el colchón... Dios, ¿no recordaba que fuera tan incómodo y tan... puntiagudo? Y la sábana era tan... pequeña; sus piernas quedaron totalmente expuestas, apenas lograba cubrir su torso.

Frunció el ceño y, bostezando, ladeó el rostro para comprender qué le hacía cosquillas en la piel con insistencia. En su brazo había una mariquita, pero Juanjo se asustó de repente al notar que su cuerpo yacía en el césped y se levantó con un salto. El repentino movimiento le hizo girar bruscamente la cabeza y la 'sábana' que cubría su cuerpo resultó ser una sudadera, que en ese momento se encontraba sobre el césped. Juanjo intentó calmar su respiración y miró a su alrededor, llevándose una mano a la frente mientras recordaba todo lo que había pasado la noche anterior.

Recordó el cuerpo de Martin tumbado junto al de él y sus risas resonando por el patio. Recordó haberse quedado dormido mientras Martin contaba la leyenda de otra constelación que creó y ni siquiera se dio cuenta de que el chico lo había tapado con su sudadera y se había ido.

Suspiró, se sentó en el césped, agarró la sudadera de Martin y se la llevó a la cara. Su olor entró en sus fosas nasales. Permaneció sentado otros dos minutos cuando escuchó la voz de su madre.

—¿Juanjo? ¿Por qué tienes el pelo lleno de hierba? ¿Y por qué parece que acabas de despertar del coma?

Las mejillas de Juanjo se pusieron rojas. Qué vergüenza, nunca antes había dormido sobre el césped. Quizás debería dejar de escuchar a Lucas y dejar de fumar porros para evitar encontrarse en estas situaciones.

—Eh... — comenzó a hablar, levantándose del suelo y frotando sus pantalones manchados de hierba con las manos.

Su madre lo miró con las manos en las caderas y el ceño fruncido. —¿Dormiste en el jardín?

—Eh... 

Selena perdió la paciencia. —¿Has perdido el uso de la palabra o qué?

—Anda, mamá. Que me acabo de despertar, déjame en paz— resopló Juanjo, revolviéndose el pelo y girándose para entrar en su casa.

Hizo un gesto de saludo con la cabeza a su padre, quien le dirigió una mirada extraña al verlo con el pelo despeinado en todas direcciones y pequeños mechones de hierba brotando de su cabeza.

Se encerró en su habitación y casi no supo si llorar o reír cuando vio su maltrecho reflejo en el espejo. Dejó la sudadera de Martin sobre la cama y se tomó un segundo para arreglar su cabeza, que todavía le palpitaba. Sacó su móvil del bolsillo del pantalón y abrió las notificaciones.

Dennaprima, 09.45 h.
Juanjooo, hoy fiesta en barco en Cádiz.

Dennaprima, 09.45 h.
Rusli aceptó, nos vemos allí a las ocho.

Dennaprima, 09.46 h.
Recuerda lo que necesitas para la noche.

Juanjo contestó de inmediato diciéndole que definitivamente iría. Al menos podría desconectar su cerebro por un rato de todas esas notas musicales que viajaban por su cabeza.

Dejó su teléfono en la mesita de noche, tomó su ropa limpia y decidió darse una ducha rápida. No tenía clase esa mañana, pero tenía la intención de revisar algo en su habitación. Se relajó bajo el chorro de agua caliente y su mente empezó a viajar.

Recordó la noche anterior y repasó las conversaciones que había tenido con Martin. Estaba feliz de que el chico lo hubiera perdonado. Martin, aunque ocultaba muchas cosas sobre sí mismo, liberaba una energía que atraía bastante a Juanjo. Le gustaba su cabeza, las pocas cosas que había descubierto sobre él eran bastante interesantes. Recordó cómo sus ojos habían adquirido un brillo diferente cuando se puso a hablar de sus pasiones.

Intuarsi - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora