12/2. Velas apagadas

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Martin llegó jadeante a la casa de Juanjo, le dolían las pantorrillas y los tobillos de tanto pedalear y su frente estaba empapada de sudor. La humedad del verano le había pegado la ropa a la piel y estaba seguro de que el perfume que se había rociado había sido sustituido por el sudor. Vio luces a lo lejos y una figura parada detrás del portón con la linterna de su móvil encendida. Martin ató la bicicleta a los barrotes de la valla y se acercó a Juanjo, que activó la apertura automática del portón.

—Finalmente lo lograste—lo regañó Juanjo en tono de broma.

Martin arrastró sus palmas sudorosas sobre la tela de sus vaqueros. —Lo siento, salí tarde del trabajo.

Cuando se abrió el portón y Martin entró en la propiedad, Juanjo le sonrió mientras cerraba el portón nuevamente.

—Primera vez en mi propiedad no como fugitivo—bromeó.

Martin le devolvió la mueca burlona. —Admite que te acostumbraste.

El portón se cerró detrás de ellos con un ruido sordo. Juanjo, con un gesto de la cabeza, le invitó a seguirle por el pequeño camino que conducía a su casa.

—Más que nada, el dibujo del barco no se completa por sí solo.

—Tienes razón. Más vale que ese pobre dibujo se aleje de tus pobres dotes artísticas—bromeó, ganándose un empujón.

—Que tonto.

Cuando Martin pudo ver con claridad las luces que había notado por el camino se quedó atónito: Juanjo había colgado unas luces de colores a lo largo del porche y sobre el césped, rodeado de cajas de pizza y latas de coca cola, había una multitud de cojines sobre los que otros chicos ya estaban sentados. Estos últimos, al percatarse de la presencia de Martin, aplaudieron sincronizadamente para burlarse de él por el evidente retraso, como si estuvieran esperando a que llegara un famoso.

Chiara se levantó rápidamente y lo estrechó con un fuerte abrazo.

—Felicidades, mi Kiki—susurró contra su cuello, provocando que ella se riera levemente por las cosquillas causadas.

—Gracias— ella agarró sus mejillas entre sus manos, sonriéndole. —Ahora que te encontré de nuevo no podría celebrar lejos de ti.

Aprovecharon para intercambiar otro par de abrazos rápidos, antes de unirse a sus amigos, sentarse en círculo y comenzar a consumir la comida y bebidas. Además de la pizza, Juanjo había preparado voluntariamente un montón de tapas, cuyo olor resultaba bastante apetecible.

—¡Dios, qué bueno!— exclamó Kiki, con el bocado en la boca.

—Gracias por el mejor orgasmo de mi vida—bromeó Lucas, fingiendo disfrutar comiendo ese trozo.

—Ahora no exageremos— Juanjo se rió entre dientes, dándole una palmada en el brazo.

Martin observó la escena con una sonrisa en los labios.

—Próximamente en Masterchef— dijo Cris, atiborrandose como un niño hambriento.

—Ya lo ha intentado— respondió Lucas.

—¡Qué dices!— gritó Ruslana sorprendida, al igual que Martin y Kiki, sentados cerca uno del otro.

—A los ocho años lo echaron en el primer episodio— explicó Lucas, tomando luego un sorbo de coca.

—Ay, pobre.

—Lloró durante todo el día y también en los siguientes— continuó Lucas.

Juanjo resopló. —Gracias Lucas. ¿Quieres confesar también cuántas veces fui al baño?

Intuarsi - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora