Todo estará bien, terminará pronto, son cosas que pasan

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Tenía 15 años cuando me enamoré de él. Harta de ser la única de clase que no había dado un beso, que no había salido nunca con un chico, que no conocía las mieles del amor, me dejé llevar por el momento y finalmente me enamoré. Ya en el umbral de las relaciones adultas quise conocerlo todo. Y así fue. Él fue mi primer todo. Pasé de ser la única que no había besado a nadie a la única con una relación “madura”, todo lo “madura” que se puede ser a esa edad. Conocí el sexo, el amor, la compañía plena de otra persona. También los celos, las lágrimas desgarradoras, los miedos.
A los 16 quedé embarazada. Nunca en mi corta vida había pasado -ni creo que volveré a pasar- mayor miedo. Se acumularon las peleas, las lágrimas, el pánico. No quería continuar con ello. O tal vez sí y no me permitieron ni siquiera planteármelo. ¿Y si lo hubiese continuado? No sabría decir. Solo sé que el día de la interrupción se desgarraron varias cosas: mi cuerpo, mi mente, la relación con mi madre –“Todo saldrá bien” me consolaba, se consolaba-, la relación con él, él.
Él se fue. Me lo había dicho antes, que el día que me hiciera un daño grave se iría de mi vida puesto no estaba en ella para hacerme sufrir. Yéndose me había hecho sufrir. Pero nadie dijo que el amor es algo lógico. Y el primero es incluso el más ilógico de todos. Así que cumplió su deber para conmigo y en cuanto no quedó rastro se fue.
A mí me quedo el recuerdo de la cara de decepción del doctor, de la calidez de la mano de la enfermera –“Terminara pronto”, me decía-, mi madre y todas las cosas que prefirió callarse, las pesadillas donde me atormentaba el llanto de un bebé mientras mi cuerpo era expuesto a la frialdad de una camilla, el ruido acusador de cualquier risa infantil, el dolor abdominal, la sangre, y una carta.

“A mi bebé que nunca nacerá”

Hace 2 horas me enteré que estás dentro de mí. Sé mejor que nadie que nunca vas a saber esto, pero igual me gustaría hacerlo. Eres prácticamente un milagro y sólo yo lo veo así. No dejo de pensar en ti y no me asustas para nada. Sé que no me harás daño. Y me encantaría poder ser lo suficientemente fuerte para que nacieras bien, sano y fuerte. Ahora estás encerrado y eres casi una lentejita. Tal vez sea mejor que sigas ahí hasta que termine tu existencia, no quisiera que vieras el mundo que hay fuera. Está lleno de injusticias, maldad y sufrimiento. Prefiero ver tu asesinato como un bien para ti. En estos momentos y en estas condiciones no serías bienvenido. Yo quisiera traerte al mundo cuando tuviese algo q ofrecerte. Soy sólo una inútil chiquilla que malamente se sabe cuidar ella como para estar a cargo de la vida de alguien más. Ahora contigo aquí entiendo el porqué de las cosas que en un momento tanto critiqué y es una sensación agradable. Pero ahora mismo no puedes nacer. Sería muy difícil y aunque el amor que te pueda dar es lo más importante, no es lo único necesario para tu bienestar. Te aseguro que si fuese más adelante tendrías una familia que te querría y te cuidaría tanto como lo hacen o lo intentan hacer conmigo. Tu padre también te quiere. Lo sé por mucho que intente ocultármelo. Solo está preocupado por todas esas cosas que ya te dije. Intenta entenderlo. Además, él es hombre y tú no estás dentro suyo, así que no entiende lo que se siente tener otro corazón palpitando en tu interior y sentir algo diferente en tus entrañas que es parte de ti y a la vez no de tu cuerpo. Si no fuese así y tu llegaras a nacer, él te querría muchísimo. Sería el mejor padre del mundo y tú serías la segunda persona más importante en su vida, la primera soy yo. Tu mamá y tu papá se aman y asimismo te llegaríamos a amar a ti. Lo último que tienes que saber es que no vas a nacer no porque no queramos, sino porque no podemos. Me entristece mucho eso porque no es tu culpa sino nuestra. Espero que puedas perdonar y comprender las razones.                                                                                                                                       Adiós para siempre mi bebe


Hoy el ginecólogo, con un tono de voz monótonamente compasivo, me anunció que no puedo ser madre. Dijo algo sobre “útero perforado” y “éstas cosas pasan” y “siento su pesar”. Hoy releí una de aquellas cartas que dediqué en mi temprana juventud, la única que dediqué a algo que en realidad no conocí, al único habitante de mí cuando en mí pudo habitar algo. Hoy curioseé la vida de él. Sé que le va bien. Tiene con otra lo que no pudo conmigo a los 16, lo que ya no podría conmigo si siquiera aquí.
Como ya se me ha dicho “Todo estará bien, terminará pronto, son cosas que pasan.”

Susurros en lo profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora