—Últimamente solo me haces venir cuando estas mal. ¿Qué te pasa ahora?—Simplemente estoy harta. Harta de todo.
«Harta de este imbécil que una vez más dice no poder verme. Sé que simplemente no le importo, pero a mí tampoco me molesta. Cree que me trago sus mentiras, pero conozco a dónde va y qué hace cuando dice estar trabajando. Quiere fastidiarme para que termine con él. No lo voy a hacer. No le daré el gusto de librarse de mí. Él no sabe que yo quiero de él lo mismo que él quiere de mí. Y así seguiremos. No me puede hacer daño, sólo me molesta un poco.»«Harta de esa escuela donde los compañeros son estúpidos, los maestros, las clases, la estructura del edificio, el viaje que tengo que hacer para llegar ahí, todo estúpido, el tiempo que estudio para no avanzar y esforzarme para que al final todo el mundo sea mejor que yo es estúpido. Hasta el perro de la señora que limpia es estúpido. Incluso yo soy estúpida. La más estúpida de todos porque insisto en seguir cuando estoy agotada de todo eso. A los maestros no les importa enseñar y a los alumnos no les importa aprender. Y estar ahí para nada es de lo más estúpido.»«Harta de ese trabajo donde todos están esperando que me equivoque para echarme. A nadie le importa que yo estudie y atienda mi casa. Y que con el poco salario tenga que pagar mi transporte, el gas, la luz, el agua, las medicinas. Que tenga que gastar en café para mantenerme despierta. Todos quieren ponerme la zancadilla porque les molesta mi presencia.»«Harta de esta casa que no es mía, que cuando no lleve dinero me mandarán a dormir bajo un puente. Por suerte casi nunca estoy. No tengo porqué escuchar las tonterías de ese borracho, ni ver a esa mujer cuando llega del trabajo, como si fuera un fantasma. No hay necesidad de oírlos pelear, de reponer lo que rompen, de que el dinero que traiga se gaste en alcohol y pastillas.»
«Y para colmo tú me dejaste sola.»—No puedes echarme la culpa de las cosas que te pasan. Yo hice lo que tenía que hacer. Ya yo viví todo eso y la mejor decisión que tomé fue irme, y tú lo sabes. Tú deberías dejar todo eso atrás. Empezar de cero. No ser como yo.—¿Por qué no me llevaste contigo? No te importó lo que me pasase a mí aquí.—No me digas eso. Sabes que no podía. No quería seguir ahí y no podía llevarte conmigo. No tenía opción. Pero tú si la tienes y debes dejar todo eso. No estás bien.—¿Tú qué sabes? Sólo me fastidian ciertas cosas. Pero no conozco más nada que ésto.—Precisamente porque sé, te lo digo. Si estuvieses tan bien no me harías venir. Deberías conocer más. Vivir más. Ser feliz.
—Yo sería feliz allá contigo.
—Eso no lo sabes.—Pues si no me vas a ayudar déjame tranquila. Al final tú tampoco quieres tenerme cerca. No te importa lo que yo haga.—No me trates así. Estoy aquí porque tú me llamaste y porque quiero ayudarte.—No lo harás. Yo lo haré todo sola. Siempre lo hago sola. Y seré feliz, llegaré por mis medios a donde estés tú y allí seré feliz.
—Deja de meterte tanta mierda por la nariz y de jugar a ésto. Te está afectando. Estás haciéndote mucho daño. Tienes más herramientas para que todo esto no te afecte. Y deja de decir que quieres venir conmigo. Sabes perfectamente que ya yo no estoy aquí. Se acercó y me besó la frente. Un beso frio, no podía ser de otra manera. Me secó las lágrimas que no noté que tenía. Desapareció. Apagué el canuto y estrellé él vaso de cristal contra la pared. Guardé la ouija. No tiene porqué ayudarme. Yo sé bien lo que tengo que hacer.
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Susurros en lo profundo
CasualeToma asiento y no cruces las manos o las piernas, no te defiendas, deja que el libro te atrape. No demasiado o no sabrás regresar. No apagues las luces y vigila que todo esté cerrado, o abierto, como más seguro/a te sientas. Corrobora que alguien pu...