Desperté en mitad de la madrugada, sudorosa y apenas sin respiración, me llevé una mano temblorosa a mi frente, arrastrando en ella el pegajoso sudor. Había tenido una pesadilla, de variar, como casi cada noche.
Palpé el lado izquierdo, esperando encontrar el cuerpo voluptuoso de la rubia, pero no estaba. Fruncí el ceño, y entorné los ojos con precisión entre la oscuridad. La puerta de mi habitación se encontraba a medio abrir.
Me levanté de la cama de un salto, dejando aquel hueco húmedo, solitario. Salí sin hacer el menor ruido y me puse a buscar a la rubia, ¿Qué hacía a estas horas de la madrugada, despierta y fuera de la habitación? Si, mama, llegase a toparse con ella tendríamos graves problemas, pensaría que estaría husmeando.
Husmeando, en algo que teníamos expresamente prohibido en esta casa, las habitaciones del fondo del pasillo.
Dios quiera que no se cruce con la chivata de Rose.
–¿Mía? – pregunté al aire en un susurro, la puerta del baño estaba abierta y con la luz prendida.
¿Habría vuelto a la habitación? Imposible, me la hubiese cruzado a mitad de camino. Abrí los ojos de horror, apagué la luz y salí a corriendo olvidando de hacer cualquier ruido estruendoso. Recorrí los pasillos, hasta que la encontré, dispuesta abrir una de tantas puertas.
–¡Mía! – chillé, llegando a tiempo a su lado, alejé de un palmetazo su mano apoyada en el picaporte, y sonreí como si nada.
–Lo siento, solo buscaba el baño, pero es que hay tantas puertas, esto parece un jodido laberinto sin salida – se disculpó bajito, tallando uno de sus ojos, bostezó. – creo que me perdí. – rio somnolienta.
Sonreí dulcemente, me provocó ternura verla parada de puntitas, con el rostro somnoliento y la sequedad de baba marcada en su barbilla, manchando el pijama que le presté, la lleva puesta del revés. Reí por lo bajo y rodeé sus hombros. Daba gracias a que, está lo suficientemente adormilada y de haber despertado con la insuficiencia de bombardéame a preguntas.
Porque de haber sido así, no hubiese sabido elegir las palabras correctas para de nuevo, volverla a mentir.
–Anda, vamos. El baño está a mano derecha justo al salir de la habitación. Pensé que entraste antes, la luz estaba prendida.
–¿Qué? No, no entré ahí, sino, no hubiera tenido sentido que me encontraras deambulando como zombie, por todo el puñetero pasillo. – razonó negando con pesadez.
¿Capucha negra? No me extrañaría, ya que se pasea como pedro por su casa dejando regalitos donde le place. ¿Tendría que ver, aquel desconocido con el colgante? ¿Y si lo dejó como otro regalo? No...esa persona no me ayudaría en saber la verdad.
De solo, sacar tal conclusión me temblaban las piernas. Me autoconvencí, y siendo realistas podría a ver sido cualquier miembro de esta casa. Papa, mamá e incluso Elizabeth o Rose.
Una vez, tumbadas de nuevo en la cama, palpé la suave sábana sin restos de sudor, se había secado. Hice una mueca de asco, me repugna dormir sobre algo que para mí ya está sucio, aunque sea mi propio sudor, pero no iba a ponerme a cambiar las sábanas a estas horas de la madrugada.
Debido a los pequeños y sutiles ronquidos de mi compañera, comprobé que se había quedado dormida en segundos, sonreí. Me coloqué dándole la espalda y sobé la manta debajo de mi barbilla, esta vez no dormiría sola por lo tanto me sentía un poco más tranquila, protegida.
Sin duda, por primera vez descansaría bien.
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El caso de Brielle Baker
Misteri / ThrillerColdale. Un extraño y tétrico pueblo, ahogado en caos, durante años por un cruel crimen que aún sigue pesando en las vidas de los habitantes del pueblo. Se informa que la pequeña Brielle Baker fue calcinada en su propia casa, por las llamaradas de...