Una Oportunidad

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N.A: 3385 palabras, no se pueden quejar por la tardanza jiajia, disfruten

.

Intento corresponder el beso, y en serio desearía decir que lo estoy disfrutando, pero no es asi. He anhelado este momento por varios años y ahora que está pasando, no siento absolutamente nada.

La separo con suavidad y mis ojos divagan tratando de adaptarse a la oscuridad.

—¿P-pasa algo? —me mira extrañada balanceándose de lado a lado.

Parpadeo un poco, negando repetidas veces, aunque algo sí está pasando...

—Lo siento… —susurro, es la única palabra que sale de mi boca antes de salir lo más rápido que mi estado me permite de esa habitación.

Trastabillo por el pasillo e intento esquivar a las parejas hormonales que se me cruzan por el frente. Parpadeo para intentar ver con claridad hasta que llego a las escaleras. Trago grueso y empiezo a bajar con cautela.

Mientras lo hago, mi cabeza no deja de darle vueltas a lo de hace unos momentos lo que hace que mis ojos comiencen a picar, es increíble como una persona puede cambiarte de un día a otro sin darse cuenta. No puedo evitar que algunas lágrimas de frustración se delicen por mis mejillas.

«Mierda, no aquí, no aquí» bajo las escaleras con rapidez, tropezando en el penúltimo escalón, cayendo fuertemente contra el suelo. Bien, tal vez sea la burla en lo que queda de clases.

Me volteo, para mirar el techo y alrededor. Algunos ríen, otros solo ignoran. Yo prefiero quedarme mirando al techo, el suelo es suave… y una parte de mí sospecha que alguien le echó algo a mi bebida, pero eso no importa ahora.

Sam...

Cierro los ojos y paso las manos por mi rostro.

¡Sam...!

Frunzo el ceño cuando alguien me remueve con fuerza.

—¡Samuel!

Abro los ojos e intento enfocar a la persona que me levanta y lleva fuera de la casa. Al respirar un poco del aire frío de la noche hace que mi vista se aclare solo un poco, siento como me dejan recostado en algo metálico.

—¿Estás bien? —algo me dice que conozco esa voz, pero es en lo que menos pienso.

Alzo mis manos y toco por todas partes intentando reconocer a quien está frente a mí.

—¿Te drogaron? —su tono preocupado hace que tenga un escalofrio. Niego con lentitud pero luego de pensar un poco asiento de la misma forma.

Siento un tacto en mi mejilla, lo único que hago es apoyar mi frente en el pecho de quien sea que sea.

—Llévame a casa —pido entre un bostezo, cerrando los ojos de nuevo.

No dice nada, abro los ojos levemente cuando percibo como me jala hasta que caigo sentado en lo que supongo es el asiento de un auto. Volteo a mi lado cuando escucho un portazo, el carro se pone en marcha y cuando pasamos por debajo de las farolas me doy cuenta de que es Josué. Pero, ¿Saben? Es lo que menos me importa ahora, me siento horrible, solo quiero ir a casa. Reviso mi teléfono para ver la hora; son las dos y media de la mañana.

—Ya llegamos —su voz suena en la lejanía, trato de abrir la puerta del auto pero no encuentro la manija.

Escucho su puerta abrir y cerrarse, lo que deja un zumbido molesto en mis oidos. Abre de mi lado y me saca del auto, tomando mis llaves para luego ayudarme a caminar hacia la puerta de casa.

Mi BullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora