Conociéndonos Mejor

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—Vamos, quiero que te sientes conmigo —agarra mi mano y camina, dirigiéndose a una mesa donde estaban sus amigos.

Apenas notar eso, lo detuve.

—¿Ahora qué? Camina —jala mi mano pero no me muevo.

—No me sentaré con ustedes, tu broma ya está llegando muy lejos —me cruzo de brazos.

—Esto no es una broma, quiero que los conozcas.—explica en un tono de fastidio. Intenta agarrar mi mano de nuevo, pero retrocedo. Frunce el ceño —estoy tratando de ser amable.

—Me quieres obligar, además, ¿Por qué ahora quieres ser amable? ¡Podrías haberlo hecho hace años! Todo por un beso... —dejo de hablar y miro un momento a la nada, pensativo.

  «¿Será que él...?»

—Bien, ¿Quieres saber porqué? —asiento dubitativo por su tono ahora agresivo.

Acerca su rostro y me besa, cuando intento separarme pone su mano en mi nuca, impidiéndolo. Golpeaba su pecho para zafarme, y quien lo diría... El idiota parece una roca. Al final se separa, no sin antes morderme el labio.

—¿Eso te lo dejó claro? —cuestiona, miro alrededor y trato de ocultar mi evidente sonrojo.

—Eres un idiota... —de repente se me ocurre una idea.

  «Si él gusta de mí entonces...»

—Okey, me sentaré con ustedes pero antes iré a buscar algo.

—Voy contigo —ruedo los ojos pero sigo mi camino hacia el salón.

Está bien, este plan es algo repentino, pero puedo usar sus posibles sentimientos hacia mí como un método para vengarme. ¿Qué esperaban? ¿Que me enamorara de él y viviéramos felices por siempre? Me ha hecho la vida imposible desde hace OCHO PUTOS AÑOS, no sé lo dejaré pasar así como así, y pues, esto es una oportunidad que tampoco desaprovecharé.

—¿Qué es eso? —pregunta cuando ve el líquido que se supone tenía que ser sopa que me dió mamá.

—Algo de lo que tengo que deshacerme antes de ir a casa —no me mal entiendan, amo a mi madre, pero para seguir haciéndolo tengo que estar vivo.

—¿Vomitaste ahí o qué? —a veces es difícil saber lo que en realidad siente este tipo, su pregunta es algo agresiva pero su tono es todo lo contrario, hasta diría que se había preocupado.

Salgo del salón con él a mi lado.

—No, mi madre lo hizo, se supone que es mi almuerzo —me encojo de hombros.

—Parece que te quisiera envenenar.

—Pues, se molesta mucho cuando Duke hace del dos en la alfombra, así que digo un cincuenta y cincuenta —bromeo, y por un segundo creo ver una sonrisa en su rostro que se desvanece al instante.

Me acerco al contenedor de basura y vacío el tupper.

—¿Duke es tu perro? —se acerca y agarra mi mano, yo solo me dejo hacer.

—Sí, desde los once, es un San Bernardo.

—Me gustan mucho los perros de esa raza.—tuve que usar todo mi auto-control para que de mi boca no saliera algo cortante.—Mi madre es alérgica a los perros.

—Tal vez puedas ir un día de estos a mi casa para conocerlo —propongo y pude notar que está vez sí sonrió de verdad.

Nos dirigíamos de nuevo a la mesa con sus amigos. Bueno... No creo que sea tan malo, solo quedan como diez minutos de receso.

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