C A P Í T U L O 5.

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Maldita seas Mabel

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Maldita seas Mabel.


Me observo por segunda vez al espejo y veo en él, el reflejo de una chica rota. Si bien tenía lo mío, una cara bonita, por dentro me sentía vacía y rota. Así me había sentido desde que tengo uso de razón.

Si bien en público mostraba la imagen de una chica segura de sí misma y feliz de la vida que tiene, lo cierto era que no, no era feliz con mi vida y claramente, era una mujer insegura de pies a cabeza.

Mamá fue una gran ayuda para ello, si bien en ocasiones me sentía la mujer más bonita del mundo, había ocasiones en donde me sentía la mujer más horrible. Si bien tenía un cuerpo envidiable, había ocasiones en las cuales miraba mi cuerpo y deseaba no haberlo hecho, me provocaba un asco verlo y me daba mucha impotencia no poder hacer lo que sea necesario para mejorarlo.

Coloco mis manos sobre el lavamanos y me recargo un poco, bajo mi cabeza y suspiro poco a poco, sintiendo como mi sistema se va calmando cada segundo que pasa.

— Cálmate Natalie, no pasa nada.

Abro mis ojos aún con la cabeza baja, observo el lavábamos y siento como mis manos quienes estaban reposando sobre él, comienzan a temblar con lentitud. De verdad me había sentido muy mal desde hace rato y por fin me había podido escapar de la multitud.

Abro una llave y el agua comienza a desprender de ella, con mi mano derecha, decido meterla abajo del chorro de agua, estaba fría.

Juntando ambas manos en el agua, formo un plato y me lo llevo a mi rostro, tratando de espabilarme y sentirme mejor bajo el efecto del agua y su frialdad.

Unos segundos después, comienzo a secar de mi cara con una toalla secante del mismo baño, paso de ella por toda mi cara, tratando de borrar cualquier rastro de agua, hasta dejarla seca.

Por el reflejo del espejo, puedo lograr a observar como algunas chicas entraban y salían con rapidez del baño. Si bien el baño de la escuela era para toda la escuela, había una regla que debían seguir sí o sí: Sí ven a Natalie en el baño con algún problema, debes huir del baño lo más rápido posible.

Nuevamente bajo la mirada hacía el lavamanos, dejando salir el aire contenido en mis pulmones, pero en esta ocasión lentamente. Escucho como por tercera ocasión se abre la puerta, pero esta vez los pasos no se retiran, sino más bien caminan hacía mi.

— ¿ Te encuentras bien? — pregunta voz chillona que sin dudar, se quien es la dueña de ella. Inconscientemente ruedo los ojos en mi lugar. Levanto la mirada y la veo a través del espejo.

En los Zapatos de Natalie |Libro 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora