C A P Í T U L O 3.

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Una amiga más, es una mentira

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Una amiga más, es una mentira.




Comienzo a observar al techo de mi habitación una vez que abro los ojos, veo como una pequeña luz se mete entre las cortinas de la ventana, indicando que ya era de día. Me estiro un poco sobre mi misma para después tomar asiento, recargándome sobre la cabecera de mi cama.

Suelto un suspiro al recordar la noche anterior y niego, tratando de olvidar nuevamente ese recuerdo, ese doloroso recuerdo de la discusión con mi madre.

Trato de levantarme de mi cama pero sólo logro marearme, cierro los ojos y espero unos segundos para levantarme y encaminarme hacía mi baño, para comenzar con mi rutina matutina de limpieza.

Minutos después, salgo bañada, cambiada y maquillada de mi habitación, corro hacía el piso de abajo en busca de mi licuado diario. Una vez dentro de la cocina, puedo ver como mi padre se encuentra leyendo su tablet, en busca de noticias matutinas sobre su empresa.

— Hola papi.

Saludo, con una sonrisa grande, corro hacía él sin importar que me despeinara en el trayecto. Una vez entre su brazos, puedo lograr a sentirme la chica más segura, feliz y agradecida.

— Mi pequeña, ¿cómo te fue ayer?, no te alcancé a ver despierta — Papá me mira, después de aquel abrazo largo, yo sólo levanto mis hombros, restándole importancia.

— Perfecto, como siempre, lo sabes.

Él asiente, y observa de nuevo su tablet.

— Excelente Natalie, hoy quisiera llevarte a cenar, te quiero aquí a las 5pm.

Mi sonrisa se extiende, hace tiempo ya que mi papá y yo no salimos a cenar o a convivir, sin mentir, se podría decir que desde hace aproximadamente unos 3 años, no salíamos, sin mentir, ya que él se encontraba ocupado la mayoría del tiempo o salía con mamá a cenar, olvidándose de su princesa, en este caso esa soy yo.

— Claro, aquí estaré puntual.


===

Subo a mi automóvil y reviso los espejos, para que todos se encuentren donde deben estar. Lanzo mi bolsa en el asiento del copiloto, no sin antes sacar mi polvo, bajo el espejo que se encuentra arriba y comienzo a ponerme un poco más de polvo sobre mi rostro, sin perder lo natural.

— Natalie, eres perfecta, recuérdalo siempre.

Murmuro como siempre. Dejo el polvo en su lugar y me coloco el cinturón de seguridad, dispuesta a poner en marcha mi automóvil.

En los Zapatos de Natalie |Libro 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora