14 ADIVINA QUIÉN HA VUELTO

30 2 4
                                    

No hay mucha gente en los muelles hoy.

Pero los pocos que están aquí nos miran raro.

Después de aquel desagradable descubrimiento de mis padres en la cama y haber recuperado el reloj, volvimos a dormir. Al menos hasta que amaneció y la capitana del barco ya nos estaba llamando.

Pero ahora es mediodía, y he arrastrado a mi hermana hasta aquí. Hasta la grieta minúscula en la barrera. Honestamente me sorprende que haya tan poca gente aquí, pero es mejor para nosotras.

Llevamos un cargamento de todo tipo de armas que pudimos reunir. Hay pistolas, espadas, palancas, hachas, dagas... Todo lo que creemos que podemos usar para debilitar la barrera y abrirla.

—Tienes que poner más fuerza —le digo, quitándole el hacha de las manos—. Mira y aprende.

Harley no dice nada y se aparta cuando me echo adelante. Sujeto el mango del hacha con firmeza en las dos manos, luego doy un pequeño paso atrás para coger impulso y golpeo la barrera.

Una y otra vez.

Al cabo de un rato, me siento tremendamente impotente. Nada cambia en la barrera mágica. La grieta no se expande, la pared no se debilita. La magia no cede ante la fuerza. Nunca lo ha hecho. Creo que es algo que todos los que fueron atrapados aquí aprendieron tarde o temprano.

Pero yo no puedo darme por vencido. No pertenecemos aquí, a este sitio, a este año. Tenemos un presente del que preocuparnos, y ya llevamos demasiadas semanas aquí.

No podemos quedarnos atrapadas en el pasado.

No puedo.

Tal vez son mis pensamientos una vez más, pero me encuentro tirando el hacha al suelo y gimiendo de exasperación.

—¡No, no! ¡Sigue golpeando! —la voz alterada de Harley me extraña—. ¡Creo que está funcionando!

Aún con el ceño fruncido, miro atrás, para ver el reloj brillando de poder de nuevo. Solo necesito eso. Es mi razón para no rendirme.

Así que ahora cojo la palanca.

Y la espada.

Incluso la pistola.

Es cierto que tras una hora y media, la grieta ha cambiado para dar la bienvenida a una nueva grieta minúscula. Si es cierto que podemos destruirla, tardaremos una maldita eternidad.

—Tiene que haber otra salida —digo, más al aire que cualquier cosa—. Algo más rápido.

—Claro, siempre puedes pedirle un deseo a una estrella —es ese tono de burla que tanto conozco en la voz de mi hermana, pero lo que no me cuadra es verla tan molesta—. Ah, no, espera, no puedes. La basura flotante del cielo las tapa.

—¿Por qué hablas como si fuera mi culpa? —noto la ira subir por mis venas conforme hablo.

—Sé que no es tu culpa, pero no sé cuándo lo vas a entender —alzo una ceja, la reto a que continúe. Y lo hace—. ¡La barrera es mágica! ¡No deja a nadie salir, no deja que la magia funcione!

Tengo que reírme, aunque sea con ironía.

—¡Oh, perdona si todavía no me he rendido y trato de volver a casa!

—¡Es que tal vez nunca volvamos a casa! —me grita más alto que nunca, incluso consigue atraer miradas curiosas—. ¡A lo mejor ya no volveremos a ver a mamá y a papá siendo adultos! ¡Siendo nuestros padres!

Lo que dice me duele como un puñetazo en las costillas. Y creo que ella también ha notado el cambio tan brusco en mi expresión. Se tambalea de forma tan ligera que apenas me doy cuenta.

—Perdona, Lia. No quería...

—Jamás —la interrumpo, avanzando hacia ella de forma casi amenazante—. Jamás vuelvas a decir eso.

Mi tono es bajo, pero no por eso deja de transmitir lo que espero que sea respeto.

—Volveremos a casa, tú y yo —agarro el reloj roto que sostiene—. Encontraremos a nuestros padres, ellos y el resto de los que venían de la Isla salvarán el día y estaremos en casa.

—Lia... —Me doy cuenta de que ha dejado de mirarme.

Quiero decirle que me preste atención, pero en su lugar sigo su mirada hacia la entrada de la Isla, y ya veo por qué está tan concentrada en eso. Alguien está entrando, alguien que va sobre una vespa morada y aparentemente mágica.

Cuando cruza la barrera, un destello blanco nos ciega a ambas. Pero solo por un instante, porque el reloj vuelve a perder su magia cuando la barrera se cierra de nuevo.

—¿Quién querría volver a la Isla? —pregunta Harley al aire.

—No lo sé. Pero si hay una mínima posibilidad de que salgamos de la Isla, esa moto es nuestro viaje a casa.

~

La comida es de lejos lo que menos echaré de menos cuando volvamos a viajar en el tiempo.

La sopa de marisco no está tan mal, no me hace querer vomitar. Creo que Harley está apostando otra vez con Gonzo, están justo a mi lado. Aunque no hago caso porque aún pienso en esa moto. En esa persona con magia que entró en la Isla esta mañana.

—¡Uma!

La voz de Harry me roba la mirada. Acaba de entrar al restaurante. Con su grito llama a varias miradas curiosas aparte de la mía, pero no parece importarle. Lo sigo con la mirada mientras entra en la cocina, y tengo que agudizar mi oído para poder escuchar de qué hablan por encima de todo el murmullo.

Uma lo lleva al baño de empleados, y tras lo visto anoche no sé si quiero mirar. Pero Harry parecía emocionado, como si tuviera que contarle algo.

Me inclino un poco hacia atrás para poder ver tras la puerta del baño medio cerrada. Él atrapa algunas de sus trenzas con el garfio y las desliza hacia abajo. Ante esto, Uma sonríe un poco, pero aparta el garfio de su pelo.

—¿Me has conseguido el dinero? —me cuesta entender un poco lo que dice.

—Mejor —Harry le entrega algunos billetes—. Adivina quién se estaba tiñendo de morado en la peluquería de la Madrastra.

La expresión de Uma se descompone.

—No es posible...

Veo cómo asiente.

—Ha vuelto a la Isla, Uma —Harry se acerca un paso a ella—. Mal ha vuelto a nuestro territorio.

Se me cae la cuchara en el plato de sopa cuando escucho ese nombre, y atraigo la atención de algunos. Ignoro las miradas y me centro en mi hermana.

—Dime que lo has escuchado.

Ella sacude la cabeza, intrigada.

—Es Mal —le hablo a ella, pero eventualmente levanto la cabeza y me dirijo a la tripulación completa—. Mal está aquí.


VIAJE AL PASADO ~ Una historia basada en Descendientes 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora