Daniel Grant, alias Spider-Man, se encontraba estacionado frente a la entrada de la Mansión X, una imponente construcción rodeada de extensos jardines verdes que ocultaban el verdadero propósito de aquel lugar.
La escuela para jóvenes superdotados, liderada por el Profesor Charles Xavier, era un refugio para mutantes, un lugar donde aprendían a controlar sus habilidades y encontraban un hogar lejos del odio y la discriminación humana.
Mientras estaba en la entrada principal, Daniel notó cómo las puertas se abrían automáticamente, como si estuvieran conscientes de su llegada. Esta acción no sorprendió a Daniel, después de todo, "no hay secretos para un telépata del nivel de Xavier", pensó mientras conducía hasta llegar a la edificación principal.
Una vez allí, aprovechó para sacar de su bolsillo un pequeño dispositivo, el cual extendió hasta convertirlo en algo que colocó detrás de su cabeza. Esto con el fin de bloquear cualquier intento de control mental, o al menos minimizar los riesgos.
- Cortana - murmuró Daniel, - monitorea cualquier actividad cerebral inusual. Si detectas algo extraño, comunícamelo de inmediato.
- Entendido, Sr. Estaré vigilante, - respondió Cortana a través del comunicador.
De pronto, una figura alta y esbelta salió de la mansión. Su cabello blanco como la nieve contrastaba con su piel oscura, y sus ojos brillaban con una intensidad que solo alguien con el control sobre las fuerzas de la naturaleza podría poseer.
- Bienvenido a la Mansión X, Sr. Grant - dijo la mujer con una voz suave pero firme. - Soy Ororo Munroe, aunque quizá hayas oído de mí por otro nombre, "Tormenta". El Profesor Xavier me ha enviado a recibirte.
- Encantado de conocerla en persona, Srta. Ororo. He escuchado sobre usted - respondió Daniel, manteniendo su tono amigable pero formal. - Gracias por recibirme.
- El placer es mío - dijo Tormenta con una sonrisa cálida. - Sígueme, el Profesor te está esperando.
Daniel siguió a Ororo por el interior de la mansión, y a medida que avanzaban, observó a varios niños y jóvenes mutantes. La mayoría lo miraba con curiosidad, y solo unos pocos le sonreían y lo saludaban con algo de respeto, gesto que Daniel correspondió.