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Pasaron 3 semanas, la primera no la trabajé porque mi mamá no me lo permitió, se quedó esos días en casa cuidando de mí. Pero ya a la segunda extrañaba el ajetreo diario, así que continué mi día a día como si el pequeño incidente que me terminó hospitalizando no hubiese ocurrido.

Estaba demasiado ansiosa y, además, furiosa porque Max no habia podido encontrar la manera de recuperar lo perdido el bar.

Y justo a las 3 semanas y un día del tiroteo estaba en mi oficina sacando cuentas cuando sonó mi celular por una llamada de un número desconocido.

Hace tanto que esperaba una llamada que no esperé dos segundos para contestar.

-Hola. -Dije aparentemente neutral, aunque antes de contestar tragué fuerte para aguantar mis nervios.

-No sabes cuánto necesitaba oír tu voz. -Dijo quien reconocí rápidamente y llenó mi corazón de alegría.

-Entonces creeré que perdiste mi número, porque te tardaste más de lo necesario, diría yo, para llamar.

-Tenía que cogerlos, y sabía que mientras los hombres que amenazaron tu vida estuvieran sueltos yo sería un peligro para ti.

-¿A qué te refieres? -Pregunté verdaderamente intrigada.

-Fue un atentado hacia mí.

-¿Por qué alguien atentaría contra ti? -Estaba demasiado extrañada.

-Es largo de contar; creo que lo mejor sería tomar un café y explicar eso y muchas otras cosas.

-Dime un lugar y allí estaré. -Le respondí ansiosa por el reencuentro.

-¿Ahora? -Me preguntó.

-De hecho, ahora es tarde por 3 semanas, así que sí, ahora.

Me dijo el nombre de un lugar y colgamos; me tomó 5 minutos dejar instrucciones de lo que se debía hacer en lo largo del día en el bar y tomar mi auto.

Por todo el camino imaginé una conversación. Pensé en las preguntas que le haría y la respuesta que yo le daría a sus preguntas.

Manía que siempre he tenido totalmente inservible porque al final la conversación siempre toma otro rumbo.

Al llegar lo vi sentado en una mesa apartada; fui hasta allí y me senté junto a él.

-No tuve tiempo de decírtelo, pero estás increíble. Eres mucho más hermosa de lo que imaginaba que serías. -Fueron sus primeras palabras.

-Tú eres una versión de tu papá con más músculo o, mejor dicho, como una buena distribución de ellos.

-Te lo dije, siempre lo dije. ¿Y tu familia?

-Bien, mi mamá vive con mi hermana, que está casada y tiene 2 mellizas hermosas. A veces mamá también se queda en mi casa; no trabaja, pues apenas pude darle las comodidades que merecía traté de que tuviera lo mejor. Es justo de esas mujeres mayores elegantes que no se les nota la edad y vacilan jovencitos como si tuviera doce, siempre sonríe y es feliz. Desde que llegamos a este país, las dos nos dedicamos a trabajar para que mi hermana pudiera tener las comodidades que nosotros no tuvimos y yo fui creciendo de a poco, hasta ahora ser la dueña de uno de los mejores bares clandestinos de la ciudad y, pues, Lyla es una gran doctora. -Dije como pequeño resumen alfinal teniamos tanto que contar.

-¡Guao! Eso quiere decir que no estudiaste nada y aún así supiste crecerte en un nuevo país y darle lo mejor a tu familia. Siempre supe que serías grande –Me respondio tomando mi mano–. Yo llegué a los 22, después de terminar la escuela en Aeloria, y me alisté al ejército como siempre deseé; terminé quedando en una sesión de agentes especiales y, pues, eso soy: un simple agente de la ley. -Me dijo y no pude sentirme más orgullosa de que ambos lográramos nuestras metas.

PleitesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora