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Esa era yo, una perra sufrida y pisoteada pero siempre perra y no de las que se rinden.

-Necesito un DJ de moda en esta misma semana, mañana quiero propuestas –Le dije a Max al entrar a Pleitesía y me dirigí a mi oficina.

Necesito un chico de sociedad, que haya sido un playboy o tal vez un chico modelo, necesito a alguien que no se pierda ninguna buena fiesta tanto en alta como en baja sociedad, que tenga muchos conocidos y que a donde vaya, muchos vayan detrás.

Así que me puse a investigar en revistas de cotilleo en línea, jóvenes que tuvieran lo que necesitaba. Y terminé haciendo una lista de 5 nombres y lugares donde los podías encontrar, tendría que hablar con todos para saber quién era el indicado para ser mi socio.

Al día siguiente fui a un club de equitación para conocer al hijo de un magnate de los automóviles. George Pecox de 20 años.

-Disculpa, ¿me podrías ayudar con mi montura? –Le dije al chico y este me miró desde arriba montado en su caballo.

-Para eso existen empleados.

-Pero tú serías más grata compañía.

-Pues yo no pienso lo mismo, con ayudar a mi madre tengo suficiente –Me dijo haciendo reír a los otros chicos que lo acompañaban.

-¿Te gustan hombres, mujeres, ambos o los caballos mejor?

-Disculpa.

-O lo siento por tu madre, cometió el gran error de no haberte tragado y ahora tiene que soportar un hijo imbécil, yo hubiese preferido ahogarme en una mamada a tu padre que haberte tenido –Dije montándome hábilmente en el caballo demostrando que no necesito ayuda y creando más carcajadas entre sus amigos.

Me alejé sin permitirle responderme tachándolo mentalmente de mi lista, necesito a alguien que con 2 palabras te tenga comiendo de su mano y no un imbécil engreído.

Mi segundo objetivo lo vería ese mismo mediodía, tenía 25 y se encargaba de la empresa hotelera de su familia, una cara bonita en la sociedad que cuando más joven no salía de una fiesta y ya estaba en otra. Su almuerzo era un trato importante que estaba gestando, donde yo a unas pocas mesas observaba su carácter y comportamiento.

Era demasiado recto pero tal vez solo era su lenguaje corporal para negocios de esa cúspide así que esperé paciente y cuando se paró caminé en su dirección con una copa de vino y nos la estrellé encima en un accidente.

Me miró como si me fuese a matar al notar la mancha que quedaría en su traje, pero al ver mi cara inocente y roja avergonzada tragó en seco. Bingo

-Lo siento señor...

-Solo Antoni, el señor me hace sentir viejo –Me dijo con una sonrisa.

-Lo siento, no era mi intención embarrarlo –Dije sin hacer contacto visual como si me intimidara.

-No se preocupe, fue un precioso accidente.

-¿Precioso? –Lo miré por un segundo al repetir pero de ahí volví a bajar la vista.

-Precioso pues me permitió conocerla señorita.

-Lianet. –Dije, le hice un pequeño asentimiento de cabeza y me alejé. Y como esperaba este me siguió.

-¿Por qué nunca la había visto en este lugar?

-Es la primera vez que vengo.

-Una pena, es un beneficio tener una mujer tan bella que doy por segura que su presencia trae nuevos clientes que esperan recibir aunque sea una mirada para creerse dignos de atención.

PleitesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora