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-Querido, es hora de hablar de negocios. -Saludé a el que sería mi socio, sentándome a su lado.

Estaba en la parte de atrás con 2 mujeres en las piernas, comiéndoles la boca, y me ignoró totalmente. 

El grupo de Poe estaba en todo el lugar, como si hubiesen nacido allí o este específicamente se hubiera creado para ellos. 

Un grupo de al menos 5 personas se estaba tocando y besando, todos con todos en el sillón en medio de la sala; algunos apartados solo tomaban y miraban, como si fuese un hito de la historia lo que presenciaran. Otros se tocaban sin descaro mientras veían; faltaban algunos de los que estaban en la zona VIP, de seguro estaban más cómodos en las habitaciones. 

Yo no tenía ningún antídoto al EDS, la droga que aumentaba tus ansias sexuales con solo respirarla, y no niego que cada vez que entraba a la parte de atrás sintiese ciertos pálpitos. 

Los que trabajaban en esa parte del servicio usaban unas caretas especiales, en forma de simples cubrebocas, pero con una tela de fibras que filtraba solo aire puro. Pero yo no los usaba, tal vez para detonar confianza en mi negocio o porque en sí yo era parte del atractivo del lugar. 

La situación es que, después de ser ignorada por Leonard, mientras él compartía sus fluidos con aquellas mujeres, detallé el panorama y utilicé un tiempo más del necesario observando al trío a mi lado hasta que yo me sentí observada y descubierta por estar absorta en Clayton.

Poe me observaba; al notarlo, nuestras miradas chocaron y él me sonrió, elevando su copa a modo de brindis.

Esta noche había sido un triunfo; debía celebrarlo y tarde o temprano hablaría con Leonard, pensé en lo que me dirigía a Poe. 

-Pensé que eras una diosa la primera vez que te vi y no me equivoqué. Eres, aparte de hermosa, por lo que noto, demasiado sagaz y fuerte, ya que no solo has construido tu propio imperio, sino que has sabido encontrar quienes pongan el mundo a tus pies cada uno a su modo. 

-¿Y cómo lo harías tú?  -Le pregunte quedando parada frente a él.

-Venerándote, demostrándote no que mereces, sino que es necesario tratarte como una deidad. Suplicando que perdones mis pensamientos eróticos, mis miradas lascivas, mis deseos obscenos, el temblor de mis manos que anhela tu roce y mi necesidad tonta de que me correspondas. 

-Me pareces perfecto, aunque yo nunca he buscado la perfección hoy me encantaría deleitarme con la tuya. Pero te advierto: soy un veneno; podría dejarlo vivo pero quemándose. 

-Vamos a un lugar privado, Lianet. -Me dijo ofreciéndome la mano. 

-No, me dijiste que merecía que me veneraran. Debemos darles un motivo y que ni el más grande espectáculo nos haga justicia. 

Después de esas palabras, pude alcanzar a ver una sonrisa pícara en Poe antes de que se perdiera en mis labios.

Me tomó desde la espalda para unirme más a su cuerpo y eliminar una distancia casi inexistente, dejándome con una sola pierna en el piso y la otra arrodillada en el asiento a su lado mientras mi anatomía caía sobre la de él. 

Pronto empezó a tocarme, pero no como los otros presentes en la sala, con lujuria. Su tacto no fue urgido; era más como un recorrido para grabarse mi clavícula, mi hombro, uno de mis pechos, mi abdomen, cintura, ombligo, mis muslos; todo esto por encima de la ropa. 

Cuando estuvo al borde de mi enterizo, posó sus dedos entre este y la piel que escondía y se puso a jugar con su pliegue. Yo necesitaba tocarlo, así que le agarré la cabellera rubia. 

-¿Estás segura de que quieres que todos vean? Lo siento, pero soy tan egoísta que quiero escucharte solo yo gemir. -Me susurró al oído, parando nuestro beso. 

-Yo quiero hacerlo. 

Esa oración fue suficiente, una orden. Me paró con él y me dejó entre el sillón y su cuerpo. Bajó mis mangas dejando expuestos mis pezones al dejar caer todo lo que cubría mi pecho.

Entonces volvió a hacer el recorrido de antes, pero esta vez con sus labios. No eran besos; eran chupones y mordidas lo que hacía en mi piel, provocando pequeños jadeos.

Se detuvo en cada uno de mis pechos, dándole la atención que necesitaba, mientras con sus brazos me terminaba de bajar el enterizo.

Terminé sentada y era él el que estaba encima de mí, arrodillado en el piso. 

Siguió con sus lametones por mi ombligo y bajó hasta llegar a mi centro cuando apartó mi lencería y, con solo un lengüetazo sutil, solté un gemido, el primero. 

Ya teníamos varios admiradores observando; hasta los mismos del centro nos lanzaban miradas fugaces. Yo tenía las manos tapando mis mamas, a la vez que las sobaba para darme más placer.
 
No tenía vergüenza; quería demostrar que el lugar era para eso. Ya que, aunque algunos se encontraran tocándose, desnudos y los hombres con los miembros erectos, ninguno se atrevía a dar otro paso. Lo que me hacía Poe era el acto más salvaje en la sala, ya que los que quisieron llegar a tercera base se iban a las habitaciones. 

Y de repente me encontré con una mirada, una mirada que me observaba con descaro mientras una de las mujeres que tenía al lado lo tocaba, y me sonrió.

No sé por qué sentí que me estaba retando, que lo estaba haciendo personal, así que solté mis senos y llevé las manos al cabello de mi amante de esa noche. 

Me temblaban las piernas como si estuviera a punto de estallar, pero no pasaba; solo podía gemir y, en cierto punto, gritar, de tal manera que ya no eran unos pocos, sino todos los que miraban. Y yo seguía mirando esos ojos grises. 

Él se paró y puso a una de las mujeres contra la mesa que tenía enfrente y, mirándome, la penetró lentamente.

Cuando dio la segunda estocada, esta rápida, los gemidos de ellas fueron callados por mis gritos; estaba demasiado excitada y no era solo por lo que me hacía el artista a mis pies. 

Recobré un poco la conciencia a los minutos dándome cuenta de que ya llevábamos los dos tiempo embelesados, así que le hablé al poeta. 

-Para. -Solo dije y él acató la orden mirándome sin entender el por qué. 

-¿Qué pasa? -Para ese momento pude ver cómo Leonard se venía sobre la chica mirándome y tuve que apartar la vista para situarla en las esmeraldas que esperaban una explicación. 

-Ibas a hacerlo hasta que me corriera, pero sé que no iba a hacerlo y además tengo un negocio que atender. -Le respondí acomodándome la ropa. 

-Lo entiendo. -Me dijo con una sonrisa. Me moví para irme, pero me tomó del brazo. -Preciosa, si en algún momento necesitas algo aquí me tienes. Puede que venga muy seguido. 

-No era que teníamos un negocio pendiente. -Dijo Leonard, que se había acercado con una sonrisa sin darme tiempo a contestar. 

-Vamos a mi oficina; Poe, cuando te vayas, puedes pasar un segundo por allá. -Le dije al pintor con una sonrisa; él me asintió y me marché seguida de Leonard.

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Este es el primer capítulo que hago de este tipo, así que sorry si tiene errores.

Espacio para decir sus opiniones--->

Espacio para decir con quién se debe quedar Lianet--->

Si has leído hasta aquí te amo🫶🏼

PleitesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora