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Pasaron los días y no volví a tener noticias de Cristian, por lo que supuse que ya se había ido a su misión.

Aún nadie me había escrito para arrendar la zona de atrás, pero me dediqué a reabastecerla en bebida, supervisar que estuviese higienizado al máximo el desastre que quedó en las habitaciones utilizadas, supervisar que revisaran todo el cableado, sistemas electrodomésticos y artefactos que necesitaran manutención, pues con el nuevo calendario quería dejar todo como nuevo.

El resto del club también estaba de maravilla. 

Aún tampoco había recibido noticias de Leonard; él tenía mi número y yo el suyo, pero no se había contactado para decirme si tenía gente para traer el próximo viernes. Yo no le escribía porque no quería sonar desesperada y ya el trato había quedado perfecto.

Con Max hice cuentas para hacer un cambio en los precios; subimos algunas cosas, bajamos otras, decidimos cobrar ciertos servicios. Todo lo que produjese ganancias.

Quien sí me había escrito era Poe, con su gran labia y su gran sonrisa. Me preguntaba siempre cómo estaba y me decía cosas que me hacían sentirme endiosada. Podríamos ser grandes amigos.

Llegó el viernes con todo listo. Tenía puesto un vestido azul de tirantes y un cinto corsé negro amarrado con un cordón en crucetas por delante, unos aretes azules de largos hilos, unos tacones cuadrados azules y el cabello suelto.

Cuando abrió el club, me quedé en mi oficina sin más que hacer, pues era temprano. Esperaba a que Max me avisara si llegaba Leonard o Poe mientras bebía y leía.

Ya siendo las 9, me aburrí de estar en la oficina encerrada y sola; había organizado tanto en los últimos días que en serio no tenía ni trabajo que hacer. Así que me fui a la parte de atrás después de buscar a Max para que me dijera si todo estaba bien y comunicarle que si llegaban los dejara pasar, que yo estaría atrás.

Cuando entré, fui directo al tubo que se encontraba en una de las esquinas de la gran sala principal de esa zona. Estaba presente el bartender y las 5 camareras de esa noche, pero eran mis empleados, así que no me importaron.

Me puse a bailar como hacía desde niña, lo que mucho mejor. Después de años de migrar de mi país y haber logrado estabilidad económica, logré cumplir uno de mis sueños frustrados apuntándome en clases de baile; siempre he sabido bailar, pero ahora lo hago con más soltura, como una profesional.

Me movía como una estrella; solo éramos la música, el tubo y yo. Empecé bailando sola y, en algunos pasos, me recostaba del tubo, me sujetaba o le daba la vuelta. No bailaba exactamente en el tubo, sino con este como pareja, dándole la vuelta, volviendo a mis pasos sueltos, volviendo a agarrarme.

En algún momento me encarame en el tubo sujeta por las piernas y me tiré hacia atrás, con el pelo tocando el piso, y no llevaba ni la cuenta de las canciones que habían pasado; como siempre, bailar me relajaba como disparar.

Me había imaginado bailando para un público, con aplausos, coros y otras personas siguiendo una coreografía que me imaginaba al conjunto de mis pasos y tal vez por eso no me había dado cuenta de lo que sucedía a mi alrededor.

De cabeza me encontré con al menos 60 ojos expectantes al mirar hacia atrás.

Rápidamente subí mi cuerpo y con una vuelta artística me bajé del tubo. Solo me quedé mirando unos ojos, mis ojos favoritos, así que ni diré quién era. Tenía una sonrisita que no sabría describir.

—Hola a todos—dije acercándome.

Y sin previo aviso una mujer vino y me besó; beso que no rechacé, más bien profundicé y todos hicieron una bulla.

Cuando me solté de la chica había unos cuantos besándose.

—Que empiece la fiesta del sexo—gritó un tipo X.

Antes de darme cuenta tenía la lengua de Leonard en mi garganta. Fue un beso rápido y al alejarse tuve ganas de agarrarlo y seguir, pero me aguante.

Hice una pequeña seña con mis manos para que las camareras se pusieran a repartir bebidas y me marché de la parte de atrás.

Volví a mi oficina y Leonard cerró la puerta después de entrar detrás de mí.

Tomó asiento y yo me serví una copa antes de sentarme; él ya tenía una copa en la mano, que seguro cogió atrás.

-No te lo dije la última vez que estuve aquí porque hablábamos de negocios, pero te quería decir que me encanta esa pintura y si en algún momento la piensas vender, estaría encantado de tenerla a mi disposición -me dijo con un guiño.

-Sabes que aunque traigas más de 500 personas en un mes, si tomas como alcohólico no tendrás ganancias.

-No hay problemas, es mi plan de vida. Aunque eso obviamente ocurre por los precios que subiste.

-¿Te fue difícil encontrar clientes? -pregunté lo que verdaderamente me interesaba.

-Por el contrario, le hablé a mucha gente de esto y muchos están esperando que les avise cuándo será la fiesta para venir.

-Entonces aún hay una lista de personas que piensas traer que no están presentes.

-Y aparte, los que estoy trayendo te darán publicidad contándole de la experiencia a otras personas.

-¿No dijiste que debían mantener la confidencialidad?

-Sí, pero seguro que se lo dirán a personas en las que confíen y que sepan que sean como nosotros -dijo.

-¿Nosotros? -enarcé la ceja.

-Adictos al sexo.

-Esa fase ya la superé hace tiempo; recuerda, soy una mujer mayor.

-Lo olvido cuando te veo desnuda en esa pintura o cuando te vi bailando, y por un momento desee que solo lo hicieras para mí.

-No malgastes saliva conmigo, no pasará -dije como si me fuese indiferente.

-No pasará porque te veo y sé que no importa tu edad cuando eres igual a mí.

-No sé de qué hablas.

-Que no quiero ser exclusivo.

-No me importa lo que quieras, ni sé por qué hablamos de esto aquí; lo que importa son los nuevos clientes. ¿Vendrán más esta noche?

-No de mi parte.

-Ok. ¿Entre esos que trajiste se conocen?

-Casi todos conocen a alguno, pero no se conocen todos. ¿Por?

-Porque tal vez vengan más personas y quería saber si no sería un problema para los que ya están estar entre gente que no conocen.

-Para nada.

-Advertiste que nada de drogas.

-Sí.

-Entonces todo perfecto; si quieres, vete o únete a ellos.

-Esa fue tu manera elegante de echarme.

-Si te quisiera echar, lo haría sin tapujos.

-Ok -dijo dando un último sorbo a su vaso y se quedó mirándome.

Yo nuevamente me sentí retada por esa mirada, así que hice lo mismo. Ninguno de los dos apartábamos la mirada del otro y creo que hubiéramos seguido toda la noche así si no hubieran irrumpido abriendo la puerta sin tocar.

Ambos miramos a la camarera que transpiraba sofocada.

-Ha habido un problema en la parte pública, señora -inmediatamente me paré y salí de mi oficina sin esperar explicaciones.

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Empieza el problema😗

Los amodoro🫶🏼🫶🏼

PleitesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora