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Debía ocurrir algo muy malo porque cuando había problemas en esa parte, Max se encargaba y a veces yo ni me enteraba, pensé.

La música seguía y la gente bailaba por donde cogí. Subí las escaleras casi corriendo; desde la zona VIP podía observar toda la parte de abajo. El no ver a Max en ningún lado era preocupante.

A la izquierda, cerca del bar, algunas personas se alejaban y otras se aglomeraban en un círculo y ahí estaba, un hombre en el suelo.

Tiré los tacones azules ahí mismo y volví a correr escaleras abajo para dirigirme al círculo. No podía ser; después de días organizando y trabajando tanto para una noche perfecta, alguien herido o muerto quizás.

Cuando llegué, apenas vi a Max; lo abracé por un mero impulso.

—¿Qué ha pasado? ¿Ya llamaste a una ambulancia? —le dije al separarme y ver al hombre tirado en el suelo con sangre sobresaliéndole en los ojos, nariz y boca.

—Yo estaba arriba y bajé y me encontré con lo mismo, no sé qué le pasó. Y la ambulancia ya viene en camino —dijo rápido.

—Ya lo han tocado para ver si respira —dijo Leonard, que estaba detrás de mí sin que yo me diera cuenta.

—Haz que quiten la música, pero cierra la puerta antes y que nadie salga —dije dirigiéndome a Max.

Le puse la mano sobre la nariz y boca del cuerpo sin tocarlo; era obvio que estaba muerto, pero para comprobarlo y para mi sorpresa, sí respiraba.

—¡Está vivo! ¡Un médico! —grité cuando la música paró y otras personas gritaron por un médico después de mí.

Se acercó un hombre que afirmó ser médico, que si lo tocó para comprobar su estado.

La ambulancia llegó a los minutos y después la policía, que yo también pedí que llamaran para dar declaración de lo sucedido y si hubiera sido causado por alguien presente tuvieran la lista.

Esto solo interfirió en la parte pública, pues en el VIP y la parte de atrás siguió la música y la fiesta. Yo misma no permití que interrogaran a esas personas alegando que si fue intencional o puede que el culpable ya se hubiera marchado o solo podía estar cerca del accidentado.

En eso se fue toda la madrugada y ya siendo las 4 a.m., con el bar vacío, se habían ido casi todos los trabajadores; solo quedaban algunos limpiando y Max y Leonard. El último se había tomado como 3 botellas él solo, pero se había quedado aunque no fuera su deber y eso me agradó, pues sabía que sería un apoyo de ahora en adelante.

La policía no nos dijo más ni volvió, pero mandé a Max a investigar lo relacionado con el caso al hospital. Me preocupó que fuese una droga consumida en el bar lo que lo puso así. No quería un vendedor de drogas en Pleitesía y menos de una que pusiera así a las personas. Al final, el hombre solo tenía una enfermedad extraña por la que murió antes de llegar al hospital.

Era domingo ya cuando recibí la llamada para arrendar la zona de atrás.

Los domingos para mí eran otro día de trabajo, trabajo para mí misma. Las empleadas no estaban en la casa, por lo que me debía cocinar yo. Desayuné solo jugo que había en el refrigerador. Hice mis ejercicios matutinos que, de hecho, en los últimos 2 meses no había podido realizar diariamente y seguí con mi rutina de domingo.

Estaba viendo la tele en lo que pasaban los 30 minutos que debía tener las mascarillas de miel para el cabello y la que era para el rostro cuando me llamaron. Era un número desconocido y de hecho no era Antoni, pero hablaban en su nombre.

Sería el miércoles que irían y me pidieron una lista de objetos sexuales, una bebida para servir en específico y recalcaron que yo debía estar presente.

PleitesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora