Capítulo 3

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El lunes llegó más rápido de lo que esperaba, y con él, la inevitable rutina de la preparatoria. Mientras caminaba hacia la entrada, no podía dejar de pensar en la chica de la fiesta. No sabía su nombre, pero su imagen seguía persiguiéndome, como un fantasma que se negaba a desaparecer.

El bullicio de los pasillos, los casilleros siendo golpeados, y las conversaciones atropelladas me recibieron como cualquier otro día. Pero esta vez, había una diferencia: cada vez que veía a alguien que se parecía a ella, mi corazón daba un pequeño salto. No quería admitirlo, pero estaba buscando a esa chica. No sabía qué haría si la encontraba, pero el impulso de saber más sobre ella era más fuerte que mi miedo al rechazo.

Me dirigí a mi casillero, intentando concentrarme en la rutina. Todo iba normal hasta que la vi.

La chica que según Jaden se llamaba Diane.

Ella estaba allí, en medio del pasillo, hablando con un grupo de chicas que claramente la admiraban. Parecía diferente a como la recordaba en la fiesta. Aquí, bajo la luz fría de la escuela, su presencia era aún más magnética, pero también más distante. Tenía un aire de autoridad, como si supiera exactamente cómo moverse entre la multitud y cómo mantener a todos a su alrededor en su órbita.

Sin darme cuenta, me detuve a mitad de camino, observándola desde la distancia. Ella no me vio, o si lo hizo, no lo mostró. Se rió de algo que dijo una de las chicas, y ese sonido cortó el aire, llevándose consigo cualquier pensamiento coherente que pudiera haber tenido.

Decidí que no podía seguir así, paralizado cada vez que la veía. Necesitaba dejarla ir, olvidar lo que fuera que me había atraído a ella en primer lugar. Pero justo cuando estaba por girar y dirigirme a mi clase, escuché un grito.

Un grupo de chicos del equipo de fútbol había pasado corriendo, y uno de ellos, un tipo llamado Brian, empujó a Diane sin querer. Ella perdió el equilibrio, y antes de que pudiera evitarlo, su mochila se abrió y todo su contenido se desparramó por el suelo. Libros, papeles, incluso su teléfono, todo quedó expuesto a la vista de todos.

Las chicas que la rodeaban comenzaron a recoger sus cosas apresuradamente, pero Diane no se movió. Su rostro estaba rojo, no de vergüenza, sino de rabia. Pude ver cómo apretaba los puños, su mandíbula tensándose mientras sus ojos seguían a Brian, que ni siquiera se detuvo para disculparse.

Sin pensarlo, me acerqué para ayudarla a recoger sus cosas. No sabía por qué lo hacía, pero algo en su expresión me hizo querer intervenir. Justo cuando estaba a punto de agacharme para levantar uno de sus libros, Diane me miró directamente. Sus ojos, fríos y llenos de furia, me dejaron congelado en mi lugar.

—No necesito tu ayuda —escupió las palabras con una hostilidad que no esperaba.

Me quedé ahí, con la mano extendida hacia el suelo, sin saber qué decir. Su rechazo fue tan contundente que no podía hacer otra cosa que retirarme. Pero antes de que pudiera dar un paso atrás, ella añadió:

—¿Disfrutas ver cómo los demás hacen el ridículo? ¿Te parece divertido?

Su tono era acusador, como si fuera mi culpa que todo esto hubiera pasado. Y en ese momento, algo en mí hizo clic. Toda la fascinación que había sentido por ella se transformó en algo más oscuro, algo que no entendía del todo pero que sabía que no era bueno.

—No es eso… solo estaba tratando de ayudar —dije, pero mi voz sonó débil incluso para mis propios oídos.

—Claro, seguro que sí —respondió, su voz goteando sarcasmo—. ¿Por qué no te ocupas de tus propios asuntos?

Las chicas a su alrededor la miraban con una mezcla de admiración y temor, claramente impresionadas por su manera de manejar la situación. Yo, en cambio, me sentía humillado. No tanto por sus palabras, sino por el hecho de que me importaran.

La chica de al lado | Javon Walton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora