Capítulo 22

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Cuando Diane me preguntó, su voz era suave, apenas un susurro, como si temiera que algo tan simple como una pregunta rompiera la magia del momento. —¿Cómo es que hiciste todo esto? —dijo, sus ojos todavía brillando por las luces cálidas que nos rodeaban y las sombras que dibujaban los pétalos en el suelo.

—Bueno, tuve un poco de ayuda —respondí, sonriendo mientras tomaba suavemente su brazo y la guiaba para que se sentara en la pequeña mesa que había preparado. Mientras la observaba acomodarse, no pude evitar sentir una mezcla de nervios y emoción; la noche había salido mejor de lo que jamás imaginé. Me quedé de pie frente a ella por un momento, memorizando cada detalle, la forma en que sus ojos recorrían todo a su alrededor, el leve temblor de su mano mientras la ayudaba a sentarse. Después de tanto tiempo evitando el tema, aquí estábamos, frente a frente, listos para hablar de lo que había estado guardando por tanto tiempo.

—Recuerdo cuando te conocí —dije, rompiendo el silencio, con una sonrisa que surgió involuntaria, y de inmediato su rostro se iluminó con la misma expresión. —Jamás voy a olvidar aquel día cuando te vi en esa ventana, y mucho menos cuando te encontré en esa fiesta.

Ella sonrió suavemente, su mirada desviándose un poco como si intentara ocultar el leve rubor que apareció en sus mejillas. —¿Esa fiesta, ah? —murmuró. Recordar esos momentos hacía que algo en mi pecho se apretara, como si por primera vez todo tuviera sentido.

—Sí, esa noche fue inolvidable —le dije, riendo un poco al recordarlo.— Aún no entiendo por qué, pero me ignoraste toda la noche.

Diane dejó escapar una risa leve, de esas que te desarman por completo. —Lo sé, lo sé —dijo, bajando la vista antes de levantarla de nuevo, mirándome directo a los ojos.— Esa noche salí en un intento por escapar de los problemas en casa. Mi padrastro... todo estaba cada vez peor, y supongo que sólo quería perderme por unas horas. Luego vi a Jaden, y él se veía... él se veía tan cómodo, tan feliz, que me llamó la atención de inmediato. Pero cuando te vi a ti… fue diferente.

Su voz bajó al final de la frase, y sentí como una especie de electricidad que nos rodeaba. Me acerqué un poco más, inclinándome sobre la mesa para escuchar cada palabra.

—¿Diferente cómo? —le pregunté con una sonrisa.

Ella suspiró y, sin quitarme la vista, murmuró —Me sentí asustada. Como si fueras alguien que podía ver más allá de las apariencias. Me aterró sentir algo tan fuerte sin siquiera conocerte, y por eso decidí… ignorarte. —Volvió a reírse, pero esta vez era una risa cargada de vulnerabilidad y honestidad.

Reímos juntos, recordando, como si estuviéramos desenrollando la cinta de recuerdos que habíamos ido guardando sin querer. Recordamos los momentos en la escuela, las veces en que nos cruzábamos en los pasillos y nos dedicábamos miradas que ninguno se atrevía a sostener demasiado tiempo. Recordamos las largas tardes en las que nos encontrábamos en el vecindario, y las palabras que nunca nos atrevíamos a decir. Era como si estuviéramos en un rincón del mundo donde sólo existíamos nosotros, desbordados de todas las palabras que durante meses quedaron atrapadas en nuestro silencio.

Por un momento, ambos nos quedamos en silencio, escuchando sólo el murmullo de la noche y el suave eco de la música que venía desde el restaurante. El aire estaba cargado de algo especial, como si toda nuestra historia se desplegara frente a nosotros.

—Diane —dije al fin, la garganta seca y la voz temblorosa.— Sé que no siempre he sido el mejor en expresar lo que siento. Hubo… hubo cosas que quise decirte desde el primer día, pero nunca me atreví.

Ella me miraba en silencio, sus ojos buscando los míos como si tratara de leer cada palabra antes de que siquiera la dijera. —Yo… yo también —admitió en voz baja. Su mano alcanzó la mía sobre la mesa, y el contacto fue como un rayo que recorrió todo mi cuerpo.

La chica de al lado | Javon Walton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora