Capítulo 9

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Después de mi conversación con Diane, fui directo a hablar con mis padres. Todavía tenía la adrenalina en el cuerpo, y las palabras de Diane resonaban en mi cabeza como un eco incesante. No podía ignorarlo, no después de lo que me había contado.

Mis padres estaban en la sala cuando llegué. Ellos sabían que algo me rondaba la cabeza, pero no sabían exactamente qué.

—Tenemos que hablar —dije, casi sin aliento.

Mamá levantó la vista de su libro, su mirada preocupada. Papá, que estaba viendo la televisión, la apagó de inmediato. —¿Qué sucede, Javon? —preguntó, su tono grave.

Me senté frente a ellos, nervioso, pensando en cómo iba a explicar todo. No quería traicionar la confianza de Diane, pero sabía que esto era más grande que cualquier promesa que le hubiera hecho.

—Es sobre Diane... nuestra vecina —comencé, tratando de mantener la calma—. Ella... me contó algo muy serio. Su padrastro la está maltratando, y no sé qué hacer. Ella tiene miedo de volver a su casa.

Ambos me miraron en silencio por unos segundos. Mi madre fue la primera en reaccionar. Se levantó y se acercó, sentándose a mi lado. —¿Estás seguro de esto, hijo? —preguntó con una voz suave pero firme—. ¿Te lo dijo directamente?

Asentí, recordando cada palabra, cada gesto. —Sí, mamá. Lo vi en sus ojos. Ella está aterrada, y su padrastro la ha estado golpeando... y Lina, su hermanastra, lo sabe. Pero no le importa.

Mi padre frunció el ceño, su mandíbula tensa. —Eso es muy grave, Javon. Si es cierto, tenemos que hacer algo.

—Tenemos que denunciarlo —respondí rápidamente—. Si volvemos a ver algo sospechoso o si Diane nos dice más, lo denunciaremos. No podemos dejarla sola en esto.

Mamá y papá intercambiaron una mirada, comunicándose sin palabras, como solían hacer cuando algo importante estaba en juego. Finalmente, mi madre suspiró.

—Tienes razón, hijo. Si ella está en peligro, debemos ayudarla. No podemos ignorarlo —dijo, asintiendo con determinación—. Pero tenemos que ser cuidadosos. No podemos acusar a alguien sin pruebas. Debemos estar atentos, pero también respetar lo que Diane nos diga.

—No se puede obligar a alguien a denunciar si no está lista —agregó papá , cruzando los brazos—. Pero estaremos aquí para ella cuando lo necesite.

Me sentí aliviado de que mis padres lo entendieran. Sabía que la situación era delicada, pero ya no me sentía solo en esto.

—Si vemos algo más o si ella nos pide ayuda, no dudaremos en denunciarlo —dijo mi madre con firmeza—. Estaremos atentos, Javon. Y mientras tanto, mantente cerca de ella, hazle saber que no está sola.

Asentí, sintiendo que era lo correcto, pero también preocupado por lo que vendría después. Diane confiaba en mí, y ahora más que nunca, sabía que no podía fallarle.

—Gracias, mamá. Papá. —Les dije, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Sabía que este era solo el comienzo.

Al día siguiente, en la escuela, todo parecía igual por fuera, pero en mi cabeza, no dejaba de pensar en Diane. Traté de actuar normal, de concentrarme en las clases, pero era imposible. Me pasé gran parte del día mirando mi teléfono, esperando algún mensaje de ella, alguna señal de que estaba bien.

Durante el almuerzo, vi a Jaden acercarse. Parecía haber notado mi distracción.

—Oye, ¿todo bien? —preguntó, sentándose a mi lado con su bandeja.

—Sí... más o menos —respondí, encogiéndome de hombros.

Jaden me estudió por un momento antes de soltar un suspiro. —Es por Diane, ¿verdad?

La chica de al lado | Javon Walton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora