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Si alguien le dijera a un Mingi de hace unos meses que estaba dispuesto a entrar en un tratamiento psicológico probablemente se reiría, para él eso no funcionaba para nada más que para perder el tiempo y que solamente era una estupidez, que no estaba loco ni necesitaba que alguien juzgara su vida y aparte él tuviera que pagarle a un desconocido por eso, el pelinegro tenía esa idea cúbica implantada desde que era joven de que la salud mental era una tontería, que nadie podía ser infeliz y que aquellos que la necesitaban eran débiles y poco hombres.

Pero ahí estaba él, sentado en aquel sofá de cuero mientras una chica lo observaba con una tenue sonrisa, la amiga de Jiheon era amable, dulce y además comprensiva porque tampoco lo obligaba a habla aunque ya tenía diez minutos ahí sin saber qué hacer ni como responder y no era solamente porque se sentía cohibido al tener un estúpido conflicto interno, sino porque hace apenas unas horas se había enterado de la salud de Yunho y se vio obligado a decirle a Wooyoung el cual dijo que le daría aviso a los demás, principalmente a Jongho y Yeosang para detener el proceso de divorcio, al no estar Hongjoong y Seonghwa en la mejor condición, Yunho debía estar al cuidado de alguien, legalmente ese cargo era de Mingi aunque todos estuvieran en desacuerdo.

-Escucha Mingi, no te presiones a esto, entiendo si no quieres hablar desde un principio, tomemos la terapia de manera tranquila y conozcámonos un poco, entiendo que soy una desconocida, así que relájate. -Seoyeon sonrió regresando su mirada a su computadora. -Bien, háblame de ti, a que te ocupas, que te gusta, dime.

El pelinegro mordió su labio, arrepintiéndose al sentir el dolor de la herida que había dejado Hongjoong antes de ser expulsado del hospital. Tomando aire miro hacia sus manos esperando tomar algo de valentía, era momento de enfrentar sus problemas como un adulto.

Tal y como pensaba que le hubiera gustado a cierto castaño.

-Uh, soy fotógrafo en una agencia de entretenimiento, he estado a cargo de diferentes campañas y se puede decir que tengo cierto reconocimiento en ese mundo.

-Oh, es interesante, ¿te gusta lo que haces?

-Me encanta lo que hago, para mí cada fotografía cuenta una historia, refleja sentires y causa un efecto en la persona que la ve... es una forma de arte que me apasiona, incluso fuera del trabajo me gusta tomar fotografías y tenerlas de recuerdos. -menciono un poco más tranquilo, sonriendo leve.

Mingi amaba hablar de su trabajo, para algunos fue solamente un hobby que tenía de joven, pero estaba consiente que no era eso nada más, era casi un plan de vida que había perseguido aunque muchos estuvieron en contra, sus padres por ejemplo; claro que en el presente él no tenía comunicación con ellos y en parte lo agradecía, sentía que ese mismo ambiente fue el que tiene su vida de cabeza encasillada en una imagen poco alentadora.

-¿Tienes alguna que te guste en especial?

Si, la tenía, era su favorita de toda la colección que guardaba en su computadora, aquella foto que guardaba como uno de sus tesoros más preciados antes de apagar aquella brillante velita que brillaba intensamente, pero que el mismo se encargó de desaparecer como una fuerte brisa; era una sesión de fotos de Yunho en una de las tantas citas que tuvieron alguna vez, el sol había creado un contraste dándole una maravillosa panorámica de colores anaranjados y verdes, siendo aquel castaño la estrella y el centro de aquellas fotografías.

-La hay, de hecho es una sesión completa de mí... bueno, ahora expareja, supongo.

-¿Supones, Mingi? -preguntó la chica interesada, más en esa parte del tema, empezaba a tocar el terreno que necesitaba.

-Se supone que estábamos divorciándonos, pero pasaron cosas y nunca terminamos como tal, estoy metido en una situación difícil y me siento tal solo en esto. -su voz se fue apagando mientras un nudo subía hasta su garganta.

Second chance  «Yungi»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora