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El pitido repetido sonaba por el cuarto del hospital mientras no podía dejar de mirarle, esto también es mi culpa.

Estaba pálida, estaba más blanca que las mismas sábanas, lo único que destacaba eran las marcas de los dos alfas. Parecía que Alanna estaba luchando contra quien se quedaba con su omega.

Llevamos aquí una semana, hace dos días que Alanna tuvo su última crisis cardiaca, eso no significa que no vaya a poder tener otra. Pero estaba intentando mantener pensamiento optimista. Porque si me derrumbaba yo también...

Hace una semana que Gustabo estaba aquí en el cuarto mirándole fijamente, sin moverse de su sitio. Y sin hablarme ni dirigirme la mirada.

Yo tampoco me he ido del hospital, pero sí que intentaba ir a la cafetería para que Gustabo comiera algo, o bebiera aunque sea cafés pero tenía todo allí a su lado sin tocarlo. Solo hacía que mirarle, pero cuando subía de la cafetería se podía ver que había llorado, pero eso él no me lo iba a enseñar.

El sonido estable de su corazón retumbaba por la habitación. Le cogí de la mano cuando la puerta de la habitación se abría.

- Id a casa a refrescaros. - Greco decía en un tono de voz bajito pero firme, le miré, miré a Alanna y me levanté acercándome a él para que Gustabo no me escuchara.

- ¿Cómo vais por allí?

- Volkov lleva el mando, tranquilo. - Dijo en bajito. Asentí.

- ¿Todo controlado? ¿No me necesitáis por allí?

- Te necesitamos aquí, con tu hermano.

Asentí pasando mis dos manos por la cara, restregándome los ojos intentando de quitarme ese sentimiento de agotamiento que me recorría el cuerpo.

Me volví a sentar al lado de Lanita.

Le miré a Gustabo. - Gus... ve porfavor a comer algo, llevas una semana sin comer. - Le dije suavemente. Pero ni se movió.

- Gustabo, creo que va siendo hora de que te levantes de allí. - Susurró Greco yendo con él, intentando agarrarle el brazo pero le dio un empujón sin apartarle la mirada.

- Gustabo... - Greco le dijo firme ahora, agarrándole de los dos brazos. - No va a despertar. - Le dijo altamente, sacudiendole de lo más mínimo para sacarlo del trance.

No llores, Horacio.

No es momento.

- Tienes que hacer tu vida. Es lo que ella hubiera querido. - Le miré a Greco y negué con mi cabeza, queriendo decirle que parara, que esto no iba a ir a ningún lado. Asintió y lo soltó con un suspiro. - Lo siento mucho Gus. - Dijo ahora suavemente, dándose la vuelta y saliendo del cuarto. Le miré a Gustabo, seguía mirándole.

- Ayer me dijo el médico... - Empecé a decir pero se me rompía la voz, aclaré la garganta. - Ayer me dijo el médico que lo mejor que va a ser para ella es... dejarle ir.. - Susurré, las palabras me pesaban.

Café fuerte inundando toda la habitación. Eso es lo único que recibí estos días, intenté calmarlo varias veces con mis feromonas, pero ponía cara de asco. Solo quería sentir las de Lanita.

- Voy a por algo para que... tomes... - Susurré y me fui de allí, cuando salí del cuarto escuché su voz.

- Te quieren dejar morir Alanna. Lucha más fuerte porfavor.. - Susurró, su voz era ronca igual y frágil. Nunca la había escuchado así. - No sé si podré hacer todo esto sin ti... no puedo ni mirarle. Seguro que tú tendrías algo que decir a eso. Es tu Horacio... - Dijo en un lloriqueo. - Pero ahora mismo no puedo... porfavor... porfavor...

Me fui de allí con lágrimas humedeciendo por su camino, toda la cara.

Me fui al baño, sentía que mi corazón fuera a explotar. No puedo más.

Llevo demasiadas cosas en el plato ahora mismo.

Alanna está entre la vida y muerte, mi hermano no me habla, hace una semana que ni come ni duerme... lleva heridas sin curar. El trabajo que una vez fue de mi padre, también muerto... ahora todo recae sobre mi. Y lo peor es que sabía que esto en algún momento iba a pasar, y para justamente este momento es para el que todos de mi entorno han intentado no mantenerme al tanto, y no prepararme porque no querían que esto pasara para mi.

Pero ya pasado.

Ha pasado y tengo que pasar por esto.

Choqué contra algo duro, canela.

Le miré sin decir nada, me estaba observando. - Perdón. - Susurré queriendo apartarme de él, pero me agarró de la muñeca. - ¿No estabas en el trabajo? - Le pregunté.

- Todo está en orden.

- Ahora a la tarde pasaré.

- No hace falta Horacio. He venido para llevarte a casa a que descanses. Me ha dicho Greco que tú tampoco estás cuidándote mucho. - Susurró, suspiré intentando quitar mi muñeca de su agarre, pero aunque era suave la manera en la que me agarraba. No pude.

- No puedo, ¿vale? Estoy solo en esto, no necesito a absolutamente nadie.

- No estás solo.

- Excepto que sí que lo estoy. Tú no me debes nada. Yo no te debo nada. - Intenté otra vez salir del agarre. - Tengo muchísimas cosas que hacer como para que tu vengas a darme por saco. - Me encaré a él.

- No te tengo miedo, Horacio. - Susurró dado que estaba a centímetros de su cara.

- No necesito distracciones, lo que necesito es que todo se arregle. - Le dije firmemente, después me alejé y como lo pilló de imprevisto me soltó.

Me fui de allí. O eso intenté.

Me dio un empujón de lo más suave, haciendo que mi espalda diera contra la pared. Puso sus dos manos atrapando mi cabeza entre ellas mirándome fijamente a los ojos. No me mires así que me derrumbo.

- Estas marcado por mi. Y rompí ese lazo.

- Enhorabuena.

- Podrías tener el mismo destino que...

Negué con la cabeza como pude.

- Horacio. - Susurró acercándose a mí más. Estábamos a milímetros, le estudié la cara.

Cuando la canela fresca, dulce pero a la vez llena de tristeza me llegó al olfato. Pude sentir como todas las paredes que había hecho se derrumbaron en segundos. Mis ojos haciéndose cristalinos. Negué más fuerte con la cabeza intentando no sollozar.

- No es... no es justo... - Lloré negando. - No es justo, no es justo.. - Sollocé fuertemente. Ya no lo podía controlar.

Vaya mierda de feromonas tiene mi alfa.

- ¡No es justo! Debería de ser y-yo.. - Lloré, las lágrimas no paraban. Él solamente me miraba fijamente. - Mi padre no tuvo que mo..morir... - Dije haciéndome a la idea... - Mi padre está muerto.

Me deslicé contra la pared en llanto limpio, intentando taparme la cara, pero Volkov que me siguió al suelo, no me dejó taparme. Mantenía mis mejillas húmedas por mis lágrimas para que yo le mirara a él. Aunque no le veía ya, veía borroso.

- Mi padre está muerto, Alanna está muerta. Mi hermano me odia... mi madre fue matada.. mi vida es un chiste. - Me abracé las rodillas. - Mi vida es un chiste. -  Susurré en un sollozo.

Se quedó callado. Solamente me estudiaba.

- Todo esto es mi culpa. Están todos muertos por mi culpa, todo lo que toco se pudre.

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⏰ Última actualización: Sep 03 ⏰

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Destino Prohibido. Volkacio [OMEGAVERSE] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora