10. WHISKEY & WINE [SIDE A]

22 3 0
                                    


La clase de física se había convertido, sin lugar a duda, en la favorita de Dazai. Había algo en esa materia, o, mejor dicho, en la persona que la enseñaba, que hacía que cada minuto encarcelado en ese salón valiera la pena. Aunque, Dazai se negaría rotundamente a aceptar que Chuuya era la única razón por la cual no se saltaba esas clases, pero tampoco negaba que era un prisionero voluntario de unas cadenas de las que tenía las llaves guardadas entre su entrepierna.

Claro, podía fingir que le interesaban las leyes de Newton o que disfrutaba resolviendo problemas de cinemática, pero la realidad era mucho más sencilla. Lo que realmente mantenía su atención era el hecho de que, en cada clase, tenía la oportunidad de observar a Chuuya moverse por el aula, especialmente cuando el profesor se giraba hacia el pintarrón.

Ese culo. Oh por dios. Estaba para morirse.

Dazai no podía evitar que su mirada se desviara hacia el regordete trasero de Chuuya cada vez que se dedicaba a hacer apuntes en el pintarrón. Era casi como un imán que atraía su atención, y aunque a veces intentaba concentrarse en la lección, su mente inevitablemente vagaba hacia pensamientos mucho más interesantes. Pensamientos como la manera en la que, con unas cuantas sentadas, Chuuya podría aniquilar la erección que estaba formándose por debajo de sus pantalones.

El simple hecho de pensar que el próximo año ya no tendría física con Chuuya, sino química con el aburrido profesor Motojiro Kaji, era suficiente para deprimirse. Kaji no solo era un desastre explicando la tabla periódica, sino que, aunque Dazai no quería admitirlo, nunca le había gustado tanto la anatomía masculina desde que vio a Damiano David en persona cuando fue con Yosano al concierto de Måneskin hace apenas tres años. Es más, antes de eso, jamás habría creído que podía tener esa clase de gusto por algo que combinaba virilidad con una gracia femenina en aquellos hombres que no tenían una masculinidad frágil.

Pero Chuuya... Chuuya era otra cosa.

Había algo en él que desafiaba las categorizaciones simples. No se trataba solo de su físico, aunque Dazai tenía que admitir que el pequeño pelirrojo era una auténtica delicia visual. Chuuya poseía una mezcla única de fuerza y delicadeza, de dureza y elegancia que lo hacía irresistible. Sus facciones, finas y andróginas, con esos labios carnosos de un rosa intenso, aportaban un toque de gracia femenina que contrastaba y al mismo tiempo complementaba la firmeza de su carácter. Su estructura ósea facial, elegante y casi etérea, era la clase de belleza que podría haber inspirado a artistas renacentistas.

Y luego estaba su estilo. La forma en que vestía, combinando piezas elegantes con un aire de sensualidad discreta, y cómo llevaba su cabello, siempre perfectamente arreglado, sin ser exagerado. Esa combinación de delicadeza y sensualidad con un toque ligeramente femenino no hacía sino resaltar aún más la fuerza interior que Chuuya proyectaba. Era un equilibrio perfecto entre lo masculino y lo femenino, lo que lo hacía aún más fascinante para Dazai.

Cada vez que Chuuya se inclinaba para escribir en el pintarrón, Dazai no solo veía el trasero que tanto lo volvía loco, sino también cómo esa figura pequeña y aparentemente frágil ocultaba una fortaleza y una voluntad inquebrantables. Esa gracia femenina sutil estaba ahí, pero nunca disminuía la dureza que Chuuya emanaba. Era una dualidad que lo intrigaba y lo atraía más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Dazai se sorprendía de cómo su propio gusto había evolucionado, de cómo podía encontrar atractivo en algo tan contradictorio. Chuuya era viril, sí, pero también tenía un toque de elegancia, de una suavidad casi femenina que lo hacía aún más irresistible. Esa combinación de rasgos lo convertía en un enigma, un desafío que Dazai estaba más que necesitaba descifrar.

TRUE INTENTIONS: THE SUBSTITUTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora