11. WHISKEY AND WINE [SIDE B]

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"¿Me equivoco al amar?, ¿Me equivoco al odiar?"
— Chuuya Nakahara, Lament of the Lamb



La clase de física se había convertido en una trampa de la que Chuuya no podía escapar. Cada vez que tomaba el marcador para escribir en el pintarrón, sentía los ojos de Dazai perforándole la espalda, como si lo vigilara en cada respiro. No era algo nuevo, pero esa tensión incesante, esa mirada que lo acechaba desde la distancia, comenzaba a acalorarlo más de la que quería admitir.

Había algo en la forma en que Dazai lo observaba, como si siempre estuviera buscando una debilidad que explotar, un hueco en la armadura que Chuuya había construido con tanto cuidado. Lo más frustrante era que, por mucho que quisiera ignorarlo, su propio cuerpo traicionaba esa determinación. Sentía un calor subir por su espalda cada vez que Dazai lo miraba de esa manera, una mezcla incómoda de rabia y algo que no se atrevía a nombrar.

No podía renunciar a ser su profesor de física, pero desde luego que hubiese podido renunciar a ser su tutor personal. Aceptó el pago extra porque lo necesitaba, aunque el trabajo con Dazai prometía ser más complicado de lo que su padre le había hecho creer. Desde el principio, algo le decía que involucrarse en la vida de ese mocoso no sería tan simple como parecía, pero Chuuya se dijo a sí mismo que podría manejarlo. Después de todo, había manejado problemas mucho peores.

Nunca se imaginó que clase de terreno estaría pisando.

Chuuya se pasó la mano por la nuca, tratando de despejar su mente mientras escribía ecuaciones en el pintarrón. Sin embargo, no podía evitar pensar en cómo, bajo su máscara de indiferencia, Dazai estaba calculando cada movimiento. Lo había visto decenas de veces: la manera en que Dazai se acomodaba en su asiento, la sonrisa torcida que siempre mantenía mientras pretendía escuchar la lección.

¿Qué mierda está pensando ahora?, se preguntaba Chuuya, apretando el marcador con más fuerza de la necesaria.

Por un instante, sus ojos se encontraron cuando Chuuya se giró para dirigirse a la clase. El destello en los ojos de Dazai lo irritó profundamente. Sabía que Dazai no estaba prestando atención a la física, sino a algo mucho más personal. Y, aunque trataba de mantener el control de la situación, cada mirada que le dirigía Dazai hacía que su corazón latiera un poco más rápido, con una mezcla de irritación y esa incómoda atracción que no se atrevía a enfrentar.

Cuando la clase terminó, Chuuya salió del aula sintiéndose más exhausto de lo normal. No era solo el cansancio físico, sino la carga emocional que había estado arrastrando desde hacía meses. Su vida personal, desmoronándose, y Dazai, con su mirada persistente, no ayudaban a calmar las cosas.

Al llegar a su oficina, se dejó caer en la silla frente a su escritorio, sintiendo el peso del día presionando sobre sus hombros. Apenas había cerrado los ojos cuando escuchó un golpe en la puerta. Chuuya suspiró. Sabía que la paz no duraría mucho.

Ango entró con su habitual formalidad, sosteniendo una carpeta bajo el brazo y una mirada tensa. Desde su última conversación, las cosas entre ellos no habían mejorado. El silencio entre ambos era denso, y Chuuya no pudo evitar notar la incomodidad que flotaba en el aire.

—Tenemos que hablar sobre los trámites del divorcio —dijo Ango sin preámbulos, su tono serio.

Chuuya apretó la mandíbula. El divorcio. Ese maldito divorcio que parecía nunca acabar.

—¿Qué pasa ahora?

Ango cerró la puerta detrás de él y se acercó al escritorio, dejando caer la carpeta sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.

—Yuan está complicando las cosas de nuevo. Está exigiendo más dinero —dijo Ango, su tono acusador—. ¿No has hecho ya suficiente? Le estás pasando más de lo que legalmente le corresponde.

TRUE INTENTIONS: THE SUBSTITUTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora