12. Dinner and diatribes

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Chuuya permaneció en el vestíbulo, fingiendo que no le importaba lo más mínimo lo que estuviera ocurriendo entre Dazai y Higuchi. ¿Qué más daba? Lo que fuera que la chica tuviera que decirle a Dazai no era asunto suyo... o eso intentaba convencerse mientras cruzaba los brazos con un suspiro.

Dazai entró en la sala con su típica y maldita gracia, como si no existiera un solo problema en el mundo. Chuuya no pudo evitar fijarse en lo despreocupado que lucía, a pesar de que aún llevaba el rostro marcado por el golpe y los labios con los rastros de la pelea (y del beso, claro). Parecía que nada afectaba a Dazai.

Si Chuuya caminara con el rostro tan hinchado, ya estaría buscando hielo o, como mínimo, un tramadol, pero Dazai había optado por whiskey. Mocoso insolente.

Desde el vestíbulo, Chuuya observó cómo Higuchi miraba en su dirección, aunque parecía distraída, como si ni siquiera lo notara. Pero cuando la chica vio a Dazai, se levantó de inmediato, su rostro reflejando preocupación al verlo en ese estado.

No había ninguna razón para espiar. Absolutamente ninguna.

—¿Qué te pasó? —preguntó Higuchi con preocupación, acercándose rápidamente a Dazai.
Desde donde estaba, Chuuya solo podía captar fragmentos de la conversación, palabras que se mezclaban con el ruido de fondo, pero era suficiente para mantenerlo alerta. Aunque, en realidad, lo que más lo distraía era el maldito beso de hace unos minutos. Si Hirotsu no hubiera llegado en ese momento, las cosas habrían escalado mucho más rápido... y probablemente de peor manera.

Había dos posibles finales: o Chuuya terminaba follándose a su alumno, o... algo mucho peor. En su mente, ambas opciones eran igualmente nefastas. Maldito Dazai, y maldito él por dejarse llevar hasta el punto de llenarle el cuello de chupetones. ¿En qué estaba pensando?

Al menos el mocoso había tenido la decencia de usar una chaqueta que le cubría el cuello. Si apretaba más los vendajes, tal vez podría ocultar las marcas. Pero ¿qué era esa obsesión con los vendajes? ¿Por qué cubrir una cicatriz apenas visible? Un desperdicio. A Chuuya no le harían falta vendas si Dazai dejara de ponérselas como un idiota.

—¿Qué haces aquí? —respondió Dazai con frialdad, aunque Chuuya detectó el cansancio en su voz.

—Necesito decirte algo —contestó Higuchi, su voz bajando apenas, como si quisiera que solo Dazai la escuchara. A pesar de la distancia, Chuuya aguzó el oído.

Dazai se frotó el entrecejo, su frustración evidente.

—¿No viste el mensaje que te mandé? —masculló con irritación y cansancio.

Higuchi bajó la mirada, algo divertida pero avergonzada.

—Lo dejé en la escuela... —murmuró— Se me olvidó y no pude volver a buscarlo.

Chuuya no necesitaba estar más cerca para sentir la tensión entre ellos. No captaba toda la conversación, pero algo en su interior le decía que lo que ocurría no era trivial.

Dazai lanzó una rápida mirada hacia el vestíbulo, donde Chuuya seguía parado. En un movimiento brusco, tomó la muñeca de Higuchi y, sin darle tiempo a reaccionar, la arrastró hacia su habitación.

Chuuya observó cómo la chica intentaba seguirle el paso pero sus piernas más cortas la obligaron a trotar para no quedarse atrás. Chuuya frunció el ceño. No podía dejar de preguntarse qué estaba pasando entre ellos. Aunque se había mantenido apartado, el comportamiento de Dazai despertaba su curiosidad y, para su propia irritación, algo más.

El vestíbulo volvió a quedar en silencio, pero Chuuya sabía que, por mucho que quisiera ignorarlo, su mente seguiría procesando los fragmentos de conversación que había logrado captar.

TRUE INTENTIONS: THE SUBSTITUTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora