Extra: Parte 3

187 33 6
                                    

Miró la hora en el teléfono y bufó, ya era tarde y no llegaba a casa. Rosé había tenido un día que se le hizo infinito y aún no terminaba.

Cada dos años tiene que hacer un curso de estado físico y psicológico para poder seguir trabajando, pero había tenido la mala suerte de que la fecha de este se dio dos semanas después de que su segunda cachorra haya llegado al mundo.

Rosé tenía que hacerlo, era inevitable, así que esa mañana bien temprano había dejado a Jennie y a sus dos cachorras solas en la casa para hacer un viaje de casi 200 km hasta la ciudad de la charla. Jennie no le había escrito más que dos o tres mensajes, lo que era extraño porque vivían hablando cuando estaban separadas, así que sabía que había tenido un día pesado.

Tenían una bebé saludable y buena y una niña demasiado buena y tranquila para ser real, pero Jennie seguía recuperándose del parto y cuidarlas y atenderlas a las dos se le complicaba un poco. Su madre había prometido ir a darle una mano al menos con la comida y la casa, para que Jennie estuviera tranquila y no se esforzara, pero si no le había dicho nada, algo debía tenerla entretenida.

Por eso fue la primera en salir corriendo cuando el curso terminó y estuvo aprobado, necesitaba volver a casa y no le importó que fuera de noche para entrar en la ruta, extrañaba a su familia y era lo suficientemente prudente como para llegar sin problemas.

Sin embargo, era fin de semana por la noche y delante suyo había una fila de al menos veinte autos esperando a que la policía dejara pasar, ya que alguien se había tirado a la ruta ebrio y había chocado con un poste de luz. Por lo que veía no había daños graves y la conductora estaba siendo testeada, pero había cortado el tránsito.

Necesitaba llamar a Jennie, la había sentido tensa por la marca todo el día, abrumada por la separación a apenas unos días del nacimiento de su cachorra. Sabía que Jennie era una madre increíble y no tenía problemas, pero seguía siendo su Jennie y su lobo la necesitaba cerca para cuidar de sus hijas.

La fila por fin se movió cuando Rosé estaba a punto de bajarse del jeep para pelear con la policía inútil que no movía el maldito cono para que pasen. Veinte minutos más tarde ya estaba libre, recorriendo casi en modo automático el camino de regreso a casa.

Escribió a su madre como pudo. Ella le dijo que se había ido de la casa una hora atrás, que había estado con Jennie todo el día y que Ella estuvo algo molesta. Todo estaba bien, pero eso no la dejaba tranquila. Su bebé era normalmente calmada y lloriqueaba si no tenía su cosa favorita rápido, el pecho de Jennie, así que algo debía haberle estado pasando para que estuviera molesta.

Pisó el acelerador y se metió en la primera entrada al pueblo. Su alfa estaba desesperada por llegar a casa y a su familia rápido, prácticamente su marca latía intentando hacerle saber a su Jennie que estaba cerca pero no tenía respuesta.

Todo estaba oscuro. Estacionó y el único que vino a recibirla fue Hank cuando entró en la casa. Acarició su cabeza y cerró la puerta, intentando hacer el menor ruido.

En el pasillo, la luz de noche de Hyejin estaba prendida, pero su hija no estaba en su cama y al parecer nunca estuvo allí ya que estaba tendida y con sus peluches encima. No se metió a buscarla porque sabía perfectamente dónde estaba.

La imagen que encontró al entrar en su habitación le estrujó el corazón y tranquilizó un poco a su alfa. Toda su familia estaba allí.

Jennie estaba en un costado durmiendo con una expresión de cansancio total pero sin dejar de verse como lo más hermoso que Rosé en su vida había visto. Estaba prácticamente desnuda de la cintura para arriba y claramente a un paso de congelarse. Ella estaba pegada a su cuerpo durmiendo con un pecho a medio salir de su boca y a su lado estaba Hyejin, que sostenía la mano de su hermana y la de Jennie contra su pecho, quien lo sostenía como si tuviera miedo de que se caiga de la cama.

Las dos dormían, viéndose tan parecidas y serenas que Rosé casi ni las mueve. Pero era claro que Jennie estaba cansada y se enfermaría si no tapaba su pecho, además de que no descansaría cómodamente.

Primero retiró a Hyejin, cuidando de no moverla mucho mientras la cargaba, la olfateó para calmarse un poco, amando su aroma a infante y ternura. No la dejó hasta que estuvo bien arropada y suspirando en su cama. No le gustaba no haber estado para darle sus dulces sueños, así que solo dejó un beso en su frente y entrecerró la puerta para dejar entrar la luz.

Ella fue más difícil de sacar. La bebé se removió un poco al ser separada del pezón de su madre, pero apenas la tuvo contra su corazón se relajó y aceptó su chupete. Rosé la movió un poco en sus brazos, habiendo extrañado tener ese pequeño peso en ellos. No se quejó cuando la dejó en su camita, aún así se quedó un momento sosteniendo su manito, admirando su carita dormida.

Dejó a Jennie para lo último. Su pobre ángel había estado tan dormida que nunca se enteró de sus movimientos. Rosé buscó su pijama, el más suave que encontró porque su Jennie había estado lidiando con algo llamado mastitis, tenía sus pezones irritados y demasiado sensibles por amamantar, pero aún así seguía haciéndolo, todo para mantener a su bebita alimentada y con los nutrientes que necesitaba.

Realmente no le alcanzaba la vida para idolatrar a su Jennie y agradecerle todo lo que hacía.

Tomó el camisón de algodón de maternidad en sus manos, pensando cómo vestirla sin perturbar su sueño. Tomó sus brazos con cuidado y le pasó con toda la suavidad del mundo el camisón, pero cuando pasó la cabeza, la omega despertó.

– Shh, shh, soy yo, amor – susurró, dejó varios besos en su mejilla, sintiendo que no podía pasar un segundo más sin besarla.

La omega suspiró y renegó con el camisón, quitándoselo otra vez para abrazarse a Rosé.

– Rosé, me duelen mucho – sollozó, claramente hablando de sus pechos. Rosé sintió su corazón doler al oírla tan cansada. – Te extrañé mucho, mi pobre Ella tuvo unos cólicos horribles todo el día y solo se calmaba con pecho. Hyejin, mi vida, Hyejin estuvo todo el día con nosotras intentando ayudarnos.

Soltó sus feromonas, rodeándola para calmarla. No podía hacer nada más que llenarla de besos y traerle un poco de calma luego de un día pesado.

– Lo siento mucho, mi cielo, perdón por no haber estado aquí. Las extrañé muchísimo – susurró contra su oído, trayéndola a su pecho para cuidarla del frío.

Ya estaba en casa, no iba a dejarla sola en el frío nunca más y menos tanto tiempo. Jennie frotó su nariz en su marca, calmando sus sollozos por fin.

– Vamos a dormir, cielo, tuviste un largo día – susurró, recostándola sin querer soltarla realmente, pero tenía que bañarse y buscarle un poco de agua a su chica. – ¿Comiste bien? ¿Agua?

La vio asentir con los ojos cerrados, besó su nariz una vez más para soltarla, echó las mantas sobre sus hombros, evitando que pase más frío.

– Bien, me baño rápido y regreso, ¿sí? – dijo prácticamente corriendo al baño.

Hizo rápido, sin querer dejarla más sola en la cama. No había comido nada, pero lo que menos le importaba ahora era ella, necesitaba mimar a su Jennie ya, en ese momento.

Salió del baño en minutos y se metió en la cama. El cuerpo ahora cálido de Jennie no tardó en apretarse a su costado. El alfa la acercó a su pecho, cerrándose a su alrededor como a su Jennie le gustaba.

La sintió suspirar y relajarse por fin. Había sido un día largo y ambas estaban cansadas, ya hablarían por la mañana.

– ¿Mejor? – susurró sobre sus rizos, el sueño llegando lentamente a su cuerpo.

Se dormiría en minutos, pero siempre esperaba a que la omega se durmiera primero y descansara un poquito.

– Mucho, te amo – respondió contra su pecho.

La alfa se sentía completamente tranquila luego de todo ese día tensionado al no tener a su ángel en sus brazos, aún le quemaba la marca al recordar que la había dejado sola, dolida y cansada, pero no podía repetir ese día, así que al día siguiente y por el resto de su vida se lo recompensaría.

– Yo a ti, cielo, descansa – besó su frente y esperó a que la respiración de Jennie se relajara por completo para cerrar los ojos y dejarse caer en la inconsciencia.

Tal vez se despertaron otra vez a la madrugada por una bebé llorona.

Beach Girls | ChaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora