Jennie amaba estar embarazada.
Había disfrutado su primer embarazo aún en las condiciones en las que se dio y estaba adorando cada segundo del proceso de gestar este nuevo bebé.
Amaba despertar viéndose cada vez más redonda y que Rose se lo haga saber con besos y muchos mimos de todos los tipos, su alfa también estaba obsesionada con su pancita.
Amaba que su cachorro esté esperando tanto a su tatita, cuidándola y hablándole como si Jennie no estuviera allí y solo fuera una charla de hermanas. Su pequeña guardaespaldas estaba desempeñando activamente su función y la acompañaba hasta para ir al baño, evitando que hiciera un esfuerzo demás.
Entre su cachorro y Rosie, no le dejaban ni mirar una escoba o algo por el estilo, Jennie no se quejaba tanto.
Había asistido a su primera ecografía, esta vez mucho más tranquila que en su primer embarazo que no había sabido ni a dónde mirar; la asustada era Rosé, que hizo las mil y una preguntas a la pobre omega obstetra que seguía su desarrollo, y lloró como la dulce que era cuando pudieron oír sus latidos.
Actualmente, tenía 14 semanas, una hinchazón y la necesidad de comenzar a anidar.
Había empezado involuntariamente una semana atrás, cuando Rosé dejó tirado un suéter afuera del canasto de ropa sucia, y olía tanto a Rosé que Jennie no pudo evitar querer que se quedara así; la idea de lavarlo y tapar el olor con el jabón sintético sonaba egoísta.
Así que Jennie lo guardó, así como hizo con las camisetas y demás buzos de Rosé; era discreta, uno o dos a la semana y todos iban a parar a la futura habitación del bebé. Allí residía su nido por el momento, entre los artefactos color pastel que habían empezado a comprar y recibir.
Cuando no robaba ropa, había empezado a tejer escarpines y gorritos, siempre ayudada por Hyejin, que elegía los colores y se acurrucaba a su alrededor mientras tejía, esperando que Rosie regresara de su trabajo para abrazarlas.
Su alfa también había empezado a cambiar, Jennie lo notaba y se encontraba satisfecha con eso, adoraba la protección y el cariño que Rosé le hacía sentir, adoraba que anhelara tanto a ese bebé.
Claro que no había pensado que también estaba anhelando otra cosa.
Una noche fría de marzo, mientras Jennie se ponía sus cremas, Rosé la miraba, pero era normal porque la alfa aseguraba que era su pan de cada día y que no dormiría bien si no veía tal acto sensual, pero esa noche estaba diferente, miraba pero no miraba.
—¿Qué pasa, Rosie? —preguntó, girándose en su dirección.
Había terminado, ahora comenzaba su pan de cada día; los mimos antes de dormir eran infaltables, no se dormiría en paz si no le decía a Rosé que la amaba y recibía su beso.
Sí, se había vuelto una omega melosa, más de lo que ya era, todo culpa de la alfa.
—Quiero preguntarte algo —dijo, con un tono tímido que muy pocas veces le oía. Jennie tomó sus manos, sonriendo cuando se las apretó con algo parecido a los nervios.
—Dime, Rosie —aseguró.
Meses atrás hubiera estado aterrada de lo que tenía para decirle; hoy Jennie tiene la corazonada de que lo de ellas era de por vida, Rosé era el amor de su vida y lo sería siempre, y comenzaba a creer que la alfa la amaba de igual manera y con tanta fuerza.
—No quiero que te sientas presionada, Jen —dijo aquella alfa boba que tan feliz la hacía.
—Dime, Rosie —insistió— Si no me siento de acuerdo con lo que tengas para decir, prometo decírtelo.
A la alfa pareció darle un poco de seguridad, juntó bien sus manos, acercándolas aún más y dejando un beso en sus nudillos.
—Estuve pensando, mucho, en ti, bueno, eso es siempre —Jennie se sintió tímida ante esto, pero tímida bien— Estuve pensando mucho en nosotras y en nuestro presente y futuro.
Una mano de Rosé fue a su vientre, acariciando la pequeña hinchazón en esta que habían comenzado a llamar bebé o tatita, como decía Hyejin.
—¿Y... qué pensaste? —susurró, su mano ahora libre sobre la de Rosé.
El bebé aún estaba lejos de sentirse más que un revoloteo que Jennie sentía cosquillear un poco más con cada día que pasaba, pero adoraba que Rosé intentara sentirlo y tenerlo cerca, aún si faltasen semanas para sentirlo realmente.
—Pensé que... bueno pensé y pienso y siento que... —el omega intentó no reír ante el nerviosismo de la alfa— Hey, no te rías, estoy hablando en serio aquí.
Cubrió una risita, arrastrándose al regazo de la alfa, sintiendo que quería estar más cerca suyo en ese momento. Rosé la acomodó, sin alejar sus manos de su pancita, cubriéndolas del frío.
—Lo siento amor, pero te ves muy tierna cuando te pones así nerviosa —dijo, besandola cuando rodó los ojos— Sigue, no me voy a reír más.
Sus rostros estaban prácticamente juntos, Rosé unió sus frentes con un suspiro serio.
—Siento que no puedo pasar un día más sin marcarte, sonará psicótico, pero me desespera el espacio en blanco en tu cuello y el mismo en el mío —dijo, y el revoloteo en el estómago de Jennie se enloqueció.
Rosé quería marcarla y quería que ella la marcara. Y maldita sea que Jennie tampoco podía esperar a que eso suceda y su corazón se aceleró al oír a su alfa decir aquello.
Quería llevar su marca en su cuello como un collar, no por pertenencia, sino porque era la marca de la persona que más amaba en ese mundo.
La idea la dejó sin aire a la vez que sus ojos se humedecían.
—Lo pienso y lo siento desde que... desde que tu madre y tu hermana estuvieron aquí y te vi temblar frente a ellas, no quiero eso, quiero que te sientas segura y que pueda estar contigo aún si no estoy —el corazón de Jennie se apretó en ternura y melancolía, acarició su cuello con sus manos, allí donde pondría su propia marca.
Su alfa quería protegerla, Jennie quería ser protegida por ella y ser oficialmente alfa y omega, aún si ambas sentían que el lazo emocional entre ellas era fuerte, esto era un lazo de por vida, una marca a la vista de todos.
—Oh, Rosie —jadeó emocionada y ansiosa.
—Te lo he dicho hace un tiempo y en estos meses esas ansias se incrementaron, quiero cortejarte, quiero hacer las cosas bien, aun si nos saltamos una millonada de pasos, quiero verte sonreír y mimarte, no puedo darte el mundo y bajarte la luna y las estrellas aunque lo quiera, pero puedo darte mi corazón entero y toda mi vida —dijo con tanto sentimiento que Jennie se sintió la protagonista de una novela de romance.
Una lágrima rodó por su mejilla, un rastro frío en el rubor del momento.
—Rosie, solo te quiero a ti, quiero que me ames con todo tu corazón y me dejes amarte con todo el mío, anhelo tu marca ya, no necesito ningún cortejo ni que me bajes la luna y las estrellas, solo quiero amarte y pertenecerte y que todos lo sepan —aseguró, su corazón a carne viva, dispuesta a todo lo que Rosé pudiera ofrecerle.
Había tirado sus barreras abajo, estaba totalmente entregada a que Rosé destruyera o cuidara su corazón como la dueña que era de este.
Dueña de su alma y cuerpo y todo lo que eso significaba.
—Hagámoslo ahora, hoy y aquí, Rosie —siguió, sus manos sosteniendo la cara de Rosé, sus cuerpos pegados y sus corazones más unidos que nunca, sus almas preparadas para unirse por fin— Si quieres, claro...
Los labios de la alfa sellaron los suyos, un beso cargado de ansias fue lo que necesitaron para comenzar lo que sería una de las noches más especiales de sus vidas.
Se comieron y besaron con ternura, se mordisquearon los labios hasta que enrojecieron, iban a unirse, sus esencias iban a mezclarse para siempre como tanto querían sus instintos primitivos y sus corazones egoístas que no toleraban la idea de la otra por su cuenta.
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Beach Girls | Chaennie
FanficJennie sabía solo dos cosas de la madre de su bebé, que se llamaba Rosé y que era la alfa más caliente que una omega soltera de 21 años podría haberse cruzado en una noche de verano. Ahora tenía 24, estaba sola con una dulce niña llamada Hyejin y un...